Palabras vacías


Palabras vacías

De lo que dicen no te creas nada. Las palabras despojadas de significado. Grandes conceptos tan vacíos como toda esa gente que corre sin saber a donde. Malditas ratas. Movidos solo por puro egoismo, hacia el olor del queso envenenado.

Apretón de manos, sonrisa dirigida al objetivo. Pero cuando los flashes se apagan, ahí te quedas. En la oscuridad. Mucha parafernalia: acuerdos, contratos, datos, presentaciones, todo aire. A la hora de la verdad se fosilizan. Rígidos. Brazos cruzados, mirada perdida en otra dirección. No importa lo fuerte que grites, el sonido no atravesará el vacío.

Los grandes ideales. Sodomizados. Libertad, justicia, paz, amistad, amor… solo palabras. Vacías. Esparcidas en conversaciones y escritos, pero sin un fundamento real. Todo se ha relativizado en torno al beneficio propio. Los valores se improvisan, las palabras se manipulan, se doblegan según conveniencia.

Las palabras bien conjugadas emocionaban. Describían el amor y enamoraban a quien las leía. Compartían emociones. Otorgaban sentido a las vivencias. Ya no tienen ese poder. Ahora sólo se utilizan aquellas que se prostituyen, por desesperación. Obligadas a seducir a las masas para comprar un montón de cosas que no necesitan.

Nada importa ya. Lealtad te abandona a la mínima de cambio. Justicia, tiene los ojos vendados y no sabe lo que le ponen en la báscula. Paz prefiere jugar a la guerra. Amistad se olvida pronto de quien eres. La libertad se reduce para su mantenimiento. El amor se profesa, pero se olvida cuando se desabrocha la bragueta.

Vivir en base a unos valores es frustrante. Defraudado porque crees que quien te estrecha la mano, quien te da su palabra lo hace con sinceridad. No hace falta esperar mucho para darse cuenta de que no es así. Solo le pareció lo más apropiado en aquel instante. Imagen. Publicidad. Ya sabes.

Tendremos que perderlo todo, para que aquello que ya no significa nada recobre valor y sentido, porque será lo único que nos quedará.

Foto | Anne Victoria

Nuevos conservadores


Conservadores

Tras largos periodos de lucha social llegó el bienestar. Fue como ganar la guerra. Paz al fin. La gente tenía trabajo, tenían derechos y sobre todo dinero. Y con él llegaron los coches, las casas junto a todo lo que contienen: televisores, sofás, lámparas, alfombras… y también las vacaciones junto al mar.

Nosotros crecimos en el Estado del bienestar. Aquellos maravillosos años. Las luchas quedaron en las historias contadas por nuestros padres y para nosotros todo nos venía dado sin mayores dificultades. Había trabajo a la vuelta de la esquina, y estudiar era un seguro de éxito laboral, económico y personal.

Las ‘pequeñas‘ luchas aún por resolver eran cosa de los sindicatos. No había de que preocuparse. El trabajo nos daría todo, sobre todo poder adquisitivo. Aquello te hacía sentir muy libre y con esa libertad vino la despreocupación.

Los tiempos han cambiado. Pero a diferencia de aquellos jóvenes, que ahora son nuestros padres y abuelos, a nosotros se nos ha mimado demasiado. Nos hemos convertido en el mal ejemplo de la opulencia. Ante nosotros se desmorona la tranquilidad que da la certidumbre y no nos gusta. Queremos que todo sea como antes. Y así hemos arribado en el mundo al revés. Los mayores, nuestros padres y abuelos, son de izquierdas mientras nosotros nos hemos entregado al conservadurismo.

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Obsolescencia programada


Las zapatillas de los 100 km

La obsolescencia programada ya es el término de moda. Hasta que caiga en la obsolescencia inherente a las modas. De todas maneras, está bien que se hable de ella. Denota la falta de calidad que ofrece el capitalismo. Más desarrollo, peor calidad. Ironías del consumo.

Un buen ejemplo de lo absurdo: las zapatillas de los 100 kilómetros. Asegúrate de que te quedan suficientes kilómetros antes de salir de casa, no vaya a ser que tengas que volver descalzo. La idiotez del consumo y la construcción exclusiva sobre esta necesidad para mover todos los engranajes del sistema es absurdo. Invita inevitablemente a tendencias cada vez más ridículas para acelerar más dicho consumo. Véase el ejemplo.

Las zapatillas de los 100 kmCrear un producto que dura tan poco solo es positivo para incentivar el consumo, de resto es absurdo. Pero más absurdo aún es comprar un producto conociendo su reducida longevidad.

Fotos | Berg

Ni con preparación hay respuesta


Ayer todos fuimos testigos de la nefasta y absurda «respuesta» (entre comillas porque no puede considerarse como tal) que articuló Rajoy tras no ser capaz de interpretar su propia letra.

Hoy Nacho Escolar nos descubre que la chica que le preguntaba al líder de la oposición había posado para una foto de portada de El Mundo, en la que aparece junto al mismo Rajoy.

Si ayer nos sorprendía la ineptitud y la absurda respuesta del líder del PP, hoy supongo que debe sorprendernos aún más. Porque preparar preguntas para luego no ser capaz de responderlas bien es el culmen de la ineptitud. ¿Rajoy dirá algo al respecto? Quizá es todo coincidencia. Qué tontería, esto es campaña, vender humo, y está claro que nada es una coincidencia.

Rajoy y MaríaFoto | Escolar

Demogracia


Prozac

Abres el mundo, pasas las páginas y lo único que no varía son la sucesión de declaraciones lamentables de políticos penosos. Demagogos, populistas, corruptos, hay para todos los gustos. Aunque no para el buen gusto, claro.

Tampoco voy a dudar de toda la profesión, pero incluso aquellos que escapan a los calificativos negativos, no destacan de manera positiva. Nos encontramos ante un gran amasijo de mediocridad. Los ciudadanos aletargados por el consumo, el miedo y la pasividad aprendida a base de decepciones y falta de alternativas se mueven entre titulares y reflexiones vacuas.

Zigzagueamos en un bipartidismo somnoliento. Políticos que han dejado de ofrecer calidad porque no es necesaria, con muy poco basta para vencer al único adversario. Mientras los pequeños partidos desaparecen entre la multitud sin ser vistos siquiera.

Izquierda y derecha convergen en la opulencia grisácea, tiñéndolo todo de una sutil bruma que no ofrece más que aire cargado de un montón de polvo. Y ahí, entre dedos índice enfrentados y acusaciones faltas de ideas disparadas a bocajarro, se encuentra la ciudadanía. Perpleja. El espectáculo está servido. El Congreso es ‘Sálvame’, y nosotros incapaces de cambiar de canal.

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El golpe en la mesa


Golpe en la mesa

Michael es un tipo tranquilo. Siempre lo ha sido. Es el típico tío al que parece que nadie puede sacar de sus casillas. Esa clase de tío de los que cada vez parecen quedar menos. La mayor parte de las personas nos pasamos la vida estresados y de mal humor desde primera hora de la mañana. Él en cambio está de buen humor, risueño y tranquilo. Nosotros apuramos hasta el último minuto. Michael prefiere salir de su casa con tiempo. Así no permite que la sensación de no llegar a tiempo le agobie.

Hay cosas que le molestan, como a todos, pero su tolerancia es mucho mayor a la de la mayoría. Incluso cuando algo le molesta no suele hacerlo notar. En su experiencia es preferible soportar algo poco molesto que iniciar una discusión mucho más desagradable, la cual, por norma general, rompe definitivamente con la tranquilidad, o la posibilidad de esta.

Algo que no soporta es el comportamiento incívico en el que caemos a diario. Mientras nosotros tendemos al hedonismo más absoluto, él aún cree en la necesidad del respeto mútuo. A él le tiran la puerta en la cara mientras él se la sujeta al resto. El eco de las escaleras es el único que le devuelve el saludo. Michael espera su turno en la barra para pedir. Es el primero en llegar pero el último en comer. Todo eso le molesta. Aún así, nunca dice nada. Le molesta lo justo para no amargarse.

Sin embargo, nuestro comportamiento es lógico. Nuestra vida es demasiado estresante para saludar al paleto de Michael todas las mañanas. No tenemos tiempo de aguantarle la puerta, tenemos prisa. ¿Es que no sabe hacerlo por si mismo? Joder, ¿acaso es inútil? La ciudad es la selva. Los leones tampoco le preguntan a la gacela si quiere ser devorada. Es la ley del más fuerte. Cuando vamos a un bar, tenemos poco tiempo. No vamos a fijarnos si hay algún llorica delante que no sabe abrir la boca cuando tiene un camarero cerca.

Cuando Michael por fin consigue hablar, rara vez logra terminar su frase. Atropellado por el resto, él espera nuevamente su turno, la oportunidad de hablar. Pero no dejamos un hueco para la intervención. Estamos demasiado enamorados de nuestro propio discurso. Y seamos sinceros, no nos interesa lo que pueda decir Michael. Es el típico tío que se cree filósofo. Un jodido coñazo. Pretende hacernos reflexionar sobre nuestra forma de vivir. Menudo gilipollas. Nuestro estilo de vida es alucinante. Debe ser un amargado. Quiere frustrarnos a todos con su mierda.

Es una tarde como cualquier otra. Acabamos de salir de trabajar. Un día jodidamente largo. Fuera está lloviendo. Hace frío. Pero después del día que hemos tenido apetece una cerveza fría y un cigarro. Pero como ahora ya no nos dejan fumar en los bares, habrá que joderse y conformarse con la cerveza. Siempre vamos al Gulliver’s. Es el mejor sitio para terminar el día. Es oscuro, huele a madera y alcohol y aún se nota el olor del humo frío impregnado en el local.

Como de costumbre el coñazo de Michael se pide un refresco. Rodrigo y José hablan de las tetas de la camarera mientras Fernando disfruta de un buen sorbo de cerveza. Aprovechando un momento de silencio Michael empieza a hablar. Habla de lo lamentable que es el comportamiento de muchas personas hacia los camareros. Dice que por llevar un traje no tienes derecho a infravalorar el trabajo de otros. ¡Ya estamos! Nosotros cobramos mucho más que la camarera, por algo será. Además, ¿qué pretende el toca pelotas este? Hemos tenido un día durísimo. ¿Ahora nos va a hacer sentir mal en el poco tiempo libre que nos queda? ¡Joder! Menos mal que Rodrigo arrolla el discurso aburrido de Michael con una retahíla de comentarios sobre las tetas de la camarera.

Justo en ese preciso instante Michael golpea la mesa con fuerza. Las jarras rebotan en la mesa derramándose parte de la cerveza. El estruendo retumba en todo el local. Todos nos quedamos de piedra. Es la primera vez que vemos a Michael así. Nadie habla. Michael nos mira a todos con cara de asco y rabia. Bebe un buen trago de su refresco, y cuando parece que va a empezar a hablar, toma aire y no dice nada. Coge su chaqueta del respaldo de la silla y se va.

Un paso atrás en la marcha


Slow down

Vivimos en tiempos que se suceden a una velocidad vertiginosa. Grandes superficies, rapidez y consumo. Sobre todo consumo. Bombardeo de ingentes cantidades de información, encapsuladas en pequeños titulares fácilmente digeribles para evitar que nos explote la cabeza. Inmediatez carente de reflexión, usar y tirar o en este caso leer y olvidar.

Mientras el periodismo parece condenado a desaparecer, es precisamente su decadencia la que lo reaviva. En un mundo de mensajes cortos y titulares ansiamos de nuevo la reflexión sosegada, la contextualización, el análisis. Corremos por las calles de nuestras ciudades mientras dejamos de ver lo que les da vida.

Comida rápida engullida sin apenas masticar. Podríamos sustituir las hamburguesas por pastillas y no nos daríamos cuenta siquiera. En la era de la información, con tantos medios para ver el mundo, nos olvidamos de él. Perdidos, con la mirada clavada en las pantallas, empeñados en consumir el mundo sin vivirlo, presenciarlo…, sentirlo.

Es en este mundo, en el que no dejamos de ganar peso a pesar de correr sin parar, en el que algunos hacemos precisamente esto último. Nos paramos. Abrimos los ojos en un deseo por volver a ver todo aquello que nos hemos estado perdiendo. Y en ese mundo el periodismo, el de calidad, es importante, tiene sentido y es necesario.

También tiene sentido la cocina elaborada, aunque tengamos que esperar por el plato, el pequeño comercio, la tienda del barrio y el mercado, la investigación seria, la reflexión serena, la huída de los titulares sensacionalistas y el acercamiento a los contenidos de calidad. En definitiva, tomarse el tiempo que requiere experimentar la vida.

Las máquinas cada vez trabajan a mayor velocidad, pero las personas no debemos aspirar a ser máquinas, porque perderíamos precisamente la humanidad.

Foto | Vitadelia

El futuro de la industria del entretenimiento


Piratas

Con el revuelo generado por la Ley Sinde, últimamente se ha hablado mucho de las descargas de contenido audiovisual a través de internet y de la problemática que se genera a causa de las descargas por vías alternativas a las deseadas por las grandes compañías del entretenimiento.

Hay muchos artículos, algunos muy interesantes (estos dos por fin cuentan con el análisis de sociólogos), sobre el porqué de las descargas. Frecuentemente los defensores de estas acusan a las discográficas, cadenas de televisión y a la industria filmográfica de retrógrados, de querer mantener un sistema obsoleto y de que deben buscar un nuevo modelo de negocio. Pero, en la mayoría de los casos que me he encontrado, nadie da una idea de cómo debería ser el nuevo paradigma de la industria del entretenimiento. Por eso expondré un modelo en el que he estado pensando algún tiempo, no será perfecto, no agradará a todos, pero por lo menos estaré dando ideas acerca de lo que se podría hacer y quizá pueda servir para generar un debate acerca de esta cuestión.

Streaming y descargas

No es una gran revelación afirmar que el consumo de material audiovisual a través de la red crece exponencialmente. Música, series, películas, libros, todo se está consumiendo de manera digital a través de internet. Unas cosas más que otras, pero parece evidente que el futuro va por esta vía. Dar la espalda al streaming y a las descargas supondrá cavarse su propia tumba. No significa que no haya personas que aún disfruten consumiendo cultura en formatos físicos, pero la tendencia parece estar clara, además es una manera de abaratar los costes de una manera considerable. No es igual de costoso imprimir y grabar libros, cds, dvds, blu-rays, etc., distribuirlos por todo el mundo y esperar que tengan éxito en el mercado; que distribuirlos digitalmente por internet, donde el público potencial es mucho mayor, el coste de hacerles llegar la mercancía es mucho más bajo y se hacen innecesarios los soportes físicos.

El streaming y las descargas deben coexistir. No siempre podremos acceder a la red y por tanto al streaming, de ahí la necesidad de que sea posible descargar, con el fin de poder disfrutar de  nuestras películas, series, libros, etc., en cualquier momento y lugar.

Universalidad

Una razón importante por la que muchas personas recurren a las descargas es por las limitaciones geográficas. En la era de internet y la globalización no tiene ningún sentido que una serie rodada en un país determinado llegue al resto con meses de retraso, si es que llega. Tampoco tiene sentido que si la compañía distribuidora de dicha serie la pone a disposición de los consumidores en la red en su web oficial restrinja el acceso a todos aquellos que se encuentren fuera de determinada frontera. Series, películas, libros, música debe ser accesible en todo el mundo y a la misma vez. Una vez más, es una ventaja, los potenciales consumidores se multiplican de manera impresionante.

Precios razonables

Tal y como expuse antes, lo que no puede ser, dado el abaratamiento de la producción y distribución es que pretendan que paguemos el mismo precio, o incluso superior, por los productos distribuídos digitalmente que por los físicos. No puede costar lo mismo un libro digital que uno impreso, ni puede ser más barato alquilar películas en el videoclub que hacerlo en iTunes, el precio claramente debe ser más bajo.

El modelo Spotify parece una manera interesante de abordar el consumo musical, e incluso podría aplicarse al vídeo. En cierta manera no sería otra cosa que la televisión de pago no esté haciendo ya. Por unos veinte euros al mes podemos contar con un montón de canales de televisión que emiten un sinfín de series y películas, se podría hacer lo mismo con el contenido audiovisual por internet. Pagar una cuota mediante la cual tengas acceso a una gran biblioteca audiovisual, de películas, series, etc.

También se puede hacer uso del modelo de cuentas premium, con lo que el material esté disponible para cualquiera con restricciones, las cuales quedan anuladas para los que paguen por ello.

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El INEM en tiempos de crisis


Jobless men

España es el país europeo con mayor tasa de desempleo. Ni siquiera Grecia e Irlanda que ya han tenido que ser «rescatadas» tienen una tasa de desempleo tan elevada. El paro masivo, es un problema de suma gravedad. Cabría esperar por tanto que desde los organismos del Gobierno se pusiera especial empeño en cambiar este panorama desolador.

Sin embargo el INEM, Instituto Nacional de Empleo, al que se le presupone encargado de la labor de ubicar al menos a parte de estos desempleados, no parece funcionar como debiera. Es más fácil encontrar trabajo por cualquier otra vía que a través del INEM.

Igual que muchos millones de personas en este país, me he encontrado haciendo cola para inscribirme en varias ocasiones, y nunca he recibido ni una llamada, ni una oferta de empleo a través del INEM. Cuando he conseguido trabajo ha sido por mi propia cuenta, recorriendo las calles y rebuscando en las entrañas de internet. Entiendo que probablemente ante tal volumen de personas un organismo como el INEM se vea desbordado, entiendo que no sea algo inmediato, pero que durante meses no ocurra nada es cuanto menos una razón para el pesimismo.

Me he mudado de ciudad, aún no he «disfrutado» del INEM madrileño, pero seguramente a lo largo de esta semana les eche una visita, aunque dudo mucho que sea muy diferente al de Tenerife. Infojobs consigue más empleos que el INEM, y eso significa que algo va realmente mal.

Como muestra nos sirven estos datos publicados por El País en el artículo impreso ‘Dime quién conoces y te diré si tendrás trabajo‘.

Primer empleo de los jóvenes

Observatorio

Aunque ya no estoy buscando mi primer empleo, los datos referentes a la inserción laboral del INEM, aparentemente, no varían demasiado. Lo peor de esta estadística es el dato más elevado, ya que como se expone en el artículo anteriormente mencionado, «lo que está claro es que quien tiene un amigo (en el lugar y el momento indicado), tiene un tesoro«. El enchufismo sigue siendo la mejor manera para hacerte con un puesto de trabajo, de hecho «la importancia de las relaciones no se limita al primer empleo; se mantiene durante toda la carrera profesional«.

De esta forma, mientras el INEM fracasa estrepitosamente en su labor, y las personas que no gozamos del privilegio de una amplia agenda de amigos o familiares con capacidad para enchufarnos, nos vemos en la difícil encrucijada de luchar el doble o el triple por un puesto de trabajo. Y todo esto en un país con un índice de paro absolutamente desmesurado.

Y ya que estamos, actualmente estoy buscando trabajo, así que en caso de que te interese, aquí tienes un currículum:

http://static.slidesharecdn.com/swf/ssplayer2.swf?doc=currculumdigital-110112102248-phpapp01&stripped_title=visual-resume-6531828&userName=andrejhillebrand

Foto | New Deal Network

Productos con fecha de caducidad


Usar y tirar

Desde hace años escuchamos una y otra vez la afirmación: «Las cosas antes duraban más tiempo». Coches, televisores, electrodomésticos de todo tipo. Aparentemente todo era más resistente en el pasado. Ante esta sensación es lógico que nos invada otra pregunta de inmediato: «¿Cómo es posible?» Vivimos en un mundo que avanza, en términos tecnológicos, a pasos agigantados. Sin embargo, y aquí está la aparente contradicción, cuanto más avanzamos menos durabilidad tienen las cosas.

Llevo mucho tiempo argumentando que en un sistema económico como el capitalista, no hay ningún interés por crear productos que tengan una duración prolongada. Un sistema que se fundamenta en el crecimiento constante. Y este sólo se concibe a través del consumo desmesurado. En este panorama, crear productos que tengan una larga vida útil es claramente contraproducente. De hecho, entre la mala calidad de los productos y el deseo creado en los consumidores por el modelo más actual, la distancia entre las acciones de usar y tirar se acorta cada vez más. Esto sumado al escaso reciclaje hace que nuestro estilo de vida sea devastador para nuestro planeta y también para nuestra salud mental.

Es evidente que a los economistas no les gusta el medio ambiente. Lo curioso es que no parezcan interesarse por la finitud de los recursos cuando es algo que utilizan con tanta frecuencia para justificar los precios y la regulación de los mismos mediante la oferta y la demanda. Pero esta es la situación en la que nos encontramos. Tantos avances científicos para terminar construyendo productos cada vez peores, es irónico.

Por esto es recomendable ver el documental ‘Comprar, tirar, comprar’ emitido por TVE 2.

http://www.rtve.es/swf/v2/embed/983391_es_videos/RTVEPlayer.swf

Vía | TVE