Obsolescencia programada


Las zapatillas de los 100 km

La obsolescencia programada ya es el término de moda. Hasta que caiga en la obsolescencia inherente a las modas. De todas maneras, está bien que se hable de ella. Denota la falta de calidad que ofrece el capitalismo. Más desarrollo, peor calidad. Ironías del consumo.

Un buen ejemplo de lo absurdo: las zapatillas de los 100 kilómetros. Asegúrate de que te quedan suficientes kilómetros antes de salir de casa, no vaya a ser que tengas que volver descalzo. La idiotez del consumo y la construcción exclusiva sobre esta necesidad para mover todos los engranajes del sistema es absurdo. Invita inevitablemente a tendencias cada vez más ridículas para acelerar más dicho consumo. Véase el ejemplo.

Las zapatillas de los 100 kmCrear un producto que dura tan poco solo es positivo para incentivar el consumo, de resto es absurdo. Pero más absurdo aún es comprar un producto conociendo su reducida longevidad.

Fotos | Berg

Un paso atrás en la marcha


Slow down

Vivimos en tiempos que se suceden a una velocidad vertiginosa. Grandes superficies, rapidez y consumo. Sobre todo consumo. Bombardeo de ingentes cantidades de información, encapsuladas en pequeños titulares fácilmente digeribles para evitar que nos explote la cabeza. Inmediatez carente de reflexión, usar y tirar o en este caso leer y olvidar.

Mientras el periodismo parece condenado a desaparecer, es precisamente su decadencia la que lo reaviva. En un mundo de mensajes cortos y titulares ansiamos de nuevo la reflexión sosegada, la contextualización, el análisis. Corremos por las calles de nuestras ciudades mientras dejamos de ver lo que les da vida.

Comida rápida engullida sin apenas masticar. Podríamos sustituir las hamburguesas por pastillas y no nos daríamos cuenta siquiera. En la era de la información, con tantos medios para ver el mundo, nos olvidamos de él. Perdidos, con la mirada clavada en las pantallas, empeñados en consumir el mundo sin vivirlo, presenciarlo…, sentirlo.

Es en este mundo, en el que no dejamos de ganar peso a pesar de correr sin parar, en el que algunos hacemos precisamente esto último. Nos paramos. Abrimos los ojos en un deseo por volver a ver todo aquello que nos hemos estado perdiendo. Y en ese mundo el periodismo, el de calidad, es importante, tiene sentido y es necesario.

También tiene sentido la cocina elaborada, aunque tengamos que esperar por el plato, el pequeño comercio, la tienda del barrio y el mercado, la investigación seria, la reflexión serena, la huída de los titulares sensacionalistas y el acercamiento a los contenidos de calidad. En definitiva, tomarse el tiempo que requiere experimentar la vida.

Las máquinas cada vez trabajan a mayor velocidad, pero las personas no debemos aspirar a ser máquinas, porque perderíamos precisamente la humanidad.

Foto | Vitadelia

El futuro de la industria del entretenimiento


Piratas

Con el revuelo generado por la Ley Sinde, últimamente se ha hablado mucho de las descargas de contenido audiovisual a través de internet y de la problemática que se genera a causa de las descargas por vías alternativas a las deseadas por las grandes compañías del entretenimiento.

Hay muchos artículos, algunos muy interesantes (estos dos por fin cuentan con el análisis de sociólogos), sobre el porqué de las descargas. Frecuentemente los defensores de estas acusan a las discográficas, cadenas de televisión y a la industria filmográfica de retrógrados, de querer mantener un sistema obsoleto y de que deben buscar un nuevo modelo de negocio. Pero, en la mayoría de los casos que me he encontrado, nadie da una idea de cómo debería ser el nuevo paradigma de la industria del entretenimiento. Por eso expondré un modelo en el que he estado pensando algún tiempo, no será perfecto, no agradará a todos, pero por lo menos estaré dando ideas acerca de lo que se podría hacer y quizá pueda servir para generar un debate acerca de esta cuestión.

Streaming y descargas

No es una gran revelación afirmar que el consumo de material audiovisual a través de la red crece exponencialmente. Música, series, películas, libros, todo se está consumiendo de manera digital a través de internet. Unas cosas más que otras, pero parece evidente que el futuro va por esta vía. Dar la espalda al streaming y a las descargas supondrá cavarse su propia tumba. No significa que no haya personas que aún disfruten consumiendo cultura en formatos físicos, pero la tendencia parece estar clara, además es una manera de abaratar los costes de una manera considerable. No es igual de costoso imprimir y grabar libros, cds, dvds, blu-rays, etc., distribuirlos por todo el mundo y esperar que tengan éxito en el mercado; que distribuirlos digitalmente por internet, donde el público potencial es mucho mayor, el coste de hacerles llegar la mercancía es mucho más bajo y se hacen innecesarios los soportes físicos.

El streaming y las descargas deben coexistir. No siempre podremos acceder a la red y por tanto al streaming, de ahí la necesidad de que sea posible descargar, con el fin de poder disfrutar de  nuestras películas, series, libros, etc., en cualquier momento y lugar.

Universalidad

Una razón importante por la que muchas personas recurren a las descargas es por las limitaciones geográficas. En la era de internet y la globalización no tiene ningún sentido que una serie rodada en un país determinado llegue al resto con meses de retraso, si es que llega. Tampoco tiene sentido que si la compañía distribuidora de dicha serie la pone a disposición de los consumidores en la red en su web oficial restrinja el acceso a todos aquellos que se encuentren fuera de determinada frontera. Series, películas, libros, música debe ser accesible en todo el mundo y a la misma vez. Una vez más, es una ventaja, los potenciales consumidores se multiplican de manera impresionante.

Precios razonables

Tal y como expuse antes, lo que no puede ser, dado el abaratamiento de la producción y distribución es que pretendan que paguemos el mismo precio, o incluso superior, por los productos distribuídos digitalmente que por los físicos. No puede costar lo mismo un libro digital que uno impreso, ni puede ser más barato alquilar películas en el videoclub que hacerlo en iTunes, el precio claramente debe ser más bajo.

El modelo Spotify parece una manera interesante de abordar el consumo musical, e incluso podría aplicarse al vídeo. En cierta manera no sería otra cosa que la televisión de pago no esté haciendo ya. Por unos veinte euros al mes podemos contar con un montón de canales de televisión que emiten un sinfín de series y películas, se podría hacer lo mismo con el contenido audiovisual por internet. Pagar una cuota mediante la cual tengas acceso a una gran biblioteca audiovisual, de películas, series, etc.

También se puede hacer uso del modelo de cuentas premium, con lo que el material esté disponible para cualquiera con restricciones, las cuales quedan anuladas para los que paguen por ello.

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Productos con fecha de caducidad


Usar y tirar

Desde hace años escuchamos una y otra vez la afirmación: «Las cosas antes duraban más tiempo». Coches, televisores, electrodomésticos de todo tipo. Aparentemente todo era más resistente en el pasado. Ante esta sensación es lógico que nos invada otra pregunta de inmediato: «¿Cómo es posible?» Vivimos en un mundo que avanza, en términos tecnológicos, a pasos agigantados. Sin embargo, y aquí está la aparente contradicción, cuanto más avanzamos menos durabilidad tienen las cosas.

Llevo mucho tiempo argumentando que en un sistema económico como el capitalista, no hay ningún interés por crear productos que tengan una duración prolongada. Un sistema que se fundamenta en el crecimiento constante. Y este sólo se concibe a través del consumo desmesurado. En este panorama, crear productos que tengan una larga vida útil es claramente contraproducente. De hecho, entre la mala calidad de los productos y el deseo creado en los consumidores por el modelo más actual, la distancia entre las acciones de usar y tirar se acorta cada vez más. Esto sumado al escaso reciclaje hace que nuestro estilo de vida sea devastador para nuestro planeta y también para nuestra salud mental.

Es evidente que a los economistas no les gusta el medio ambiente. Lo curioso es que no parezcan interesarse por la finitud de los recursos cuando es algo que utilizan con tanta frecuencia para justificar los precios y la regulación de los mismos mediante la oferta y la demanda. Pero esta es la situación en la que nos encontramos. Tantos avances científicos para terminar construyendo productos cada vez peores, es irónico.

Por esto es recomendable ver el documental ‘Comprar, tirar, comprar’ emitido por TVE 2.

http://www.rtve.es/swf/v2/embed/983391_es_videos/RTVEPlayer.swf

Vía | TVE

Vuelve el Número 1


Las generaciones de ahora han sufrido una disminución drástica en cuanto a las experiencias y vivencias, esas que te marcan, dejando mella e imprimiendo carácter. Hoy en día quién más quien menos tiene unas cuantas cosas de marca y tampoco las cuida mucho, no es nada del otro mundo.

En los buenos tiempos, soñábamos con marcas pero llevábamos Crube, esos famosos tenis que dieron lugar al lema «Crube lo que nunca quise pero siempre tuve.» Esos chandals de colores tan vivos que hoy día nos dañarían la vista, cholas de goma, de esas unitira, con algún dibujo de ratones que imitaban malamente a Mickey Mouse y que mirábamos con recelo pues, a pesar del esfuerzo de nuestros padres por convencernos, nosotros no terminábamos de creernos que aquella era una nueva forma de pintar a nuestro ratón preferido.

Esas colonias horribles que olían todas igual a pesar de venderse en frascos que intentaban simular diversidad. Las camisetas que iban perdiendo color paulatinamente, «con cada lavado un poco más decolorado». Eso si que eran épocas.

Hoy tenemos la mano muy suelta para tirar las cosas y considerarlas viejas, hasta nos da vergüenza que nos vean con algo puesto que ya denote el desgaste del uso… Antes eso era normal, se usaban los Crube hasta que se gastaba tanto la suela que aparecían como unos compartimentos cuadrados bajo la primera capa de goma. Las suelas eran como las puertas malas, que son de contrachapado y tienen en medio cartón doblado en forma de zig-zag, pues casi igual pero con recuadros. ¿Cuántas piedras se nos colaron en esos agujeros y hacían un ruido espantoso al caminar?

Si ya no lo recuerdan cojan fotos, mírense, ya verán esas camisetas tan decoloradas que ni los dibujos se apreciaban, esos parches en todas partes. Un pantalón agujereado no era desechado, con un parche y todo arreglado, y si se agujereaba el parche se lo ponía un parche al parche y asunto resuelto.

Ahora que la juventud parecía liberada de la vivencia de que tu madre te llevase al Número 1, va y vuelve. Con la crisis regresa el Número 1, en el intento de tener el mismo éxito que en los años 70, tiempos de crisis también en los que surgió ese gran legado para nuestra memoria, y protagonista de tantas historias.

Aunque el Número 1 no volverá a ser como lo conocimos, porque ahora, al menos por lo que muestran en la publicidad quieren ser más chic y modernos, pero yo creo que con un poco de suerte y dándole algo de tiempo quizá resuciten incluso los Crube. Pivitos, recen para que la crisis pase pronto porque si no se acabaron los Nike, Adidas, Puma y Reebok, porque volverá Crube y experimentarán de primera mano el porqué del dicho mencionado un poco más arriba.