Un paso atrás en la marcha


Slow down

Vivimos en tiempos que se suceden a una velocidad vertiginosa. Grandes superficies, rapidez y consumo. Sobre todo consumo. Bombardeo de ingentes cantidades de información, encapsuladas en pequeños titulares fácilmente digeribles para evitar que nos explote la cabeza. Inmediatez carente de reflexión, usar y tirar o en este caso leer y olvidar.

Mientras el periodismo parece condenado a desaparecer, es precisamente su decadencia la que lo reaviva. En un mundo de mensajes cortos y titulares ansiamos de nuevo la reflexión sosegada, la contextualización, el análisis. Corremos por las calles de nuestras ciudades mientras dejamos de ver lo que les da vida.

Comida rápida engullida sin apenas masticar. Podríamos sustituir las hamburguesas por pastillas y no nos daríamos cuenta siquiera. En la era de la información, con tantos medios para ver el mundo, nos olvidamos de él. Perdidos, con la mirada clavada en las pantallas, empeñados en consumir el mundo sin vivirlo, presenciarlo…, sentirlo.

Es en este mundo, en el que no dejamos de ganar peso a pesar de correr sin parar, en el que algunos hacemos precisamente esto último. Nos paramos. Abrimos los ojos en un deseo por volver a ver todo aquello que nos hemos estado perdiendo. Y en ese mundo el periodismo, el de calidad, es importante, tiene sentido y es necesario.

También tiene sentido la cocina elaborada, aunque tengamos que esperar por el plato, el pequeño comercio, la tienda del barrio y el mercado, la investigación seria, la reflexión serena, la huída de los titulares sensacionalistas y el acercamiento a los contenidos de calidad. En definitiva, tomarse el tiempo que requiere experimentar la vida.

Las máquinas cada vez trabajan a mayor velocidad, pero las personas no debemos aspirar a ser máquinas, porque perderíamos precisamente la humanidad.

Foto | Vitadelia

Productos con fecha de caducidad


Usar y tirar

Desde hace años escuchamos una y otra vez la afirmación: «Las cosas antes duraban más tiempo». Coches, televisores, electrodomésticos de todo tipo. Aparentemente todo era más resistente en el pasado. Ante esta sensación es lógico que nos invada otra pregunta de inmediato: «¿Cómo es posible?» Vivimos en un mundo que avanza, en términos tecnológicos, a pasos agigantados. Sin embargo, y aquí está la aparente contradicción, cuanto más avanzamos menos durabilidad tienen las cosas.

Llevo mucho tiempo argumentando que en un sistema económico como el capitalista, no hay ningún interés por crear productos que tengan una duración prolongada. Un sistema que se fundamenta en el crecimiento constante. Y este sólo se concibe a través del consumo desmesurado. En este panorama, crear productos que tengan una larga vida útil es claramente contraproducente. De hecho, entre la mala calidad de los productos y el deseo creado en los consumidores por el modelo más actual, la distancia entre las acciones de usar y tirar se acorta cada vez más. Esto sumado al escaso reciclaje hace que nuestro estilo de vida sea devastador para nuestro planeta y también para nuestra salud mental.

Es evidente que a los economistas no les gusta el medio ambiente. Lo curioso es que no parezcan interesarse por la finitud de los recursos cuando es algo que utilizan con tanta frecuencia para justificar los precios y la regulación de los mismos mediante la oferta y la demanda. Pero esta es la situación en la que nos encontramos. Tantos avances científicos para terminar construyendo productos cada vez peores, es irónico.

Por esto es recomendable ver el documental ‘Comprar, tirar, comprar’ emitido por TVE 2.

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Vía | TVE