Es curioso el tipo que cosas que disparan en nosotros un sentimiento de nostalgia. Hoy mientras zapeaba me topé con Space Jam, la película en la que se funden Michael Jordan y los Looney Tunes y con ella me han invadido los recuerdos.
Con solo veintiséis años y ya hablo de personas irrelevantes para muchos que son más jóvenes que yo. Hay gente que nunca ha visto volar a Jordan o que no se interesan por el extraterrestre moonwalker de Michael Jackson, por poner unos pocos ejemplos. Y es normal, el tiempo corre a toda prisa y las cosas cambian.
Sin embargo me doy cuenta de que se hace raro darse cuenta de que mientras yo trasnochaba para ver jugar a uno de los jugadores más grandes de la historia, hoy ya hay personas que no les interesa lo más mínimo. Me doy cuenta de lo efímera que es la historia y a su vez de la importancia que tiene.
Hay quienes al pensar en Michael Jackson solo recuerdan excentricidades, no conocieron su grandeza musical, no reconocen el papel de su genio y excelencia para toda la música y lo que la rodea tal y como la conocemos hoy en día.
Somos como las anillas de un árbol, como el hielo de los polos, todos y cada uno de nosotros contamos tanto de la historia, todos hemos sido testigos desde ángulos tan diversos y en momentos diferentes. Por ello me apena que se pierdan tantas historias cuando la gente muere. Se pierden tantos matices, tantas realidades diferentes. Aunque se conserva mucho, hoy en día podemos conocer mucho del pasado, y en el futuro habrá muchas pruebas de nuestros tiempos, siempre faltará tanto por conocer.