El otro día fui al cine a ver «Che, El Argentino». Me pareció una película interesantísima y que genera en el espectador la sensación de haber visto un cine bien hecho, con dedicación, con entrega. La única pena es que ahora hay que esperar a la segunda parte. Benicio del Toro interpreta al revolucionario, y su parecido y su interpretación son impresionantes.
Pero realmente no quiero hablar de la película en sí, aunque si recomendarla fervientemente, sino que me gustaría reflexionar un poco acerca de lo que fue el Che, bajo mi punto de vista. Tras ver la película, y habiendo leído algunas cosas acerca del doctor Guevara, me doy cuenta de que era un idealista, un soñador. Puedo discrepar con él en diversos aspectos, sobre todo en la forma empleada para poner en práctica el ideal, pero me es imposible contradecirle en cuanto al amor por la justicia. No hablo de la ley, porque entre las leyes hay tantas tan absurdas e injustas que uno se pregunta cómo pudo ser concebida, sino de la justicia como la idea de las cosas bien hechas, del respeto por el bienestar y la vida de los demás, por la concepción de que debe haber algo más allá del constante máximo beneficio propio.
Yo entiendo el sueño de un mundo diferente, un mundo que no es capitalista, un mundo en el que el egoísmo no sea la principal fuerza motriz. La tierra debe ser de quien la trabaje. La tierra no tiene dueño, es de todos y de ninguno. Entiendo soñar con justicia; justicia para todos y no para los de siempre. Entiendo el mundo en unos valores y comprendo la necesidad de vivir por ellos. Entiendo el amor por tus iguales, incluso cuando en ocasiones te puedan parecer detestables. Entiendo que la pasión con la que se siente puede ser tan fuerte que deseamos alcanzar nuestro deseo de la forma más rápida posible, pero esto, muy probablemente, supone también que dicho deseo se construye sobre pilares más frágiles, más endebles y que requieren una fuerza tremenda para poder ser sostenidos. Si miramos a Cuba, a la Rusia comunista, a China y otros países que pretendieron ser comunistas, nos damos cuenta de que la anterior afirmación es totalmente cierta. No se convenció a la mayoría de la gente, simplemente se les metió en un sistema con calzador, de ahí que para mantener dicho sistema se use la fuerza bruta de una dictadura. De ahí que, seguramente, la vía violenta sea la más rápida pero también la menos consistente. Es aquí donde creo que el Che se confundía, o quizá no, quizá era consciente de ello, pero consideraba que era precisa derrocar a un mal dirigente para luego construir los pilares de la conciencia y del conocimiento.