Punset y la Ley Sinde


No hace falta que digamos nada de la «Ley Sinde«. Se ha hablado de ella hasta la saciedad, no por criticar en exceso sino por lo lamentable que se hace tener siquiera que hablar de esta propuesta tan descabellada.

Desgraciadamente a quienes detentan el poder, incluso en países que se enorgullecen de considerarse democráticos, la libertad no les hace demasiada gracia. La libertad conlleva una pérdida de control y esto no gusta a los primeros, pues sienten que pierden una parte del mismo.

Internet es ese bastión que todos ansían controlar desesperadamente. Y mientras Ángeles González-Sinde hace malabarismos retóricos para dar a luz a un aborto, Eduard Punset pone las cartas sobre la mesa y expone una petición coherente y sensata entre tanta incoherencia.

«Estas ansias de impulsarla [la publicidad y otros servicios en la red] creará en algunos de nosotros la tentación de controlarla. Y hemos intentado controlar primero a las mujeres, luego a los hijos, […], y nos pasa lo mismo con los animales. Yo espero que no nos pase lo mismo con internet.»
– Eduard Punset, enseñando a Sinde a pensar en el bien general en menos de 3 minutos.

«Estas ansias de impulsarla [la publicidad y otros servicios en la red] creará en algunos de nosotros la tentación de controlarla. Y hemos intentado controlar primero a las mujeres, luego a los hijos, […], y nos pasa lo mismo con los animales. Yo espero que no nos pase lo mismo con internet.»

Eduard Punset, enseñando a Sinde a pensar en el bien general en menos de 3 minutos.

Nostalgia


Es curioso el tipo que cosas que disparan en nosotros un sentimiento de nostalgia. Hoy mientras zapeaba me topé con Space Jam, la película en la que se funden Michael Jordan y los Looney Tunes y con ella me han invadido los recuerdos.

Con solo veintiséis años y ya hablo de personas irrelevantes para muchos que son más jóvenes que yo. Hay gente que nunca ha visto volar a Jordan o que no se interesan por el extraterrestre moonwalker de Michael Jackson, por poner unos pocos ejemplos. Y es normal, el tiempo corre a toda prisa y las cosas cambian.

Sin embargo me doy cuenta de que se hace raro darse cuenta de que mientras yo trasnochaba para ver jugar a uno de los jugadores más grandes de la historia, hoy ya hay personas que no les interesa lo más mínimo. Me doy cuenta de lo efímera que es la historia y a su vez de la importancia que tiene.

Hay quienes al pensar en Michael Jackson solo recuerdan excentricidades, no conocieron su grandeza musical, no reconocen el papel de su genio y excelencia para toda la música y lo que la rodea tal y como la conocemos hoy en día.

Somos como las anillas de un árbol, como el hielo de los polos, todos y cada uno de nosotros contamos tanto de la historia, todos hemos sido testigos desde ángulos tan diversos y en momentos diferentes. Por ello me apena que se pierdan tantas historias cuando la gente muere. Se pierden tantos matices, tantas realidades diferentes. Aunque se conserva mucho, hoy en día podemos conocer mucho del pasado, y en el futuro habrá muchas pruebas de nuestros tiempos, siempre  faltará tanto por conocer.

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Las sectas nacionalistas


Hoy me reía con un amigo, que gratificantes son, por cierto, unas risas sinceras. Nos reíamos de las tendencias de algunos individuos, a ese resquicio del neandertal, que sigue tan empeñado en tratar a mazazos a quien entra en su cueva.

El nacionalismo me parece más un intento por humanizar un comportamiento perruno como lo es marcar terreno con meadas, que una postura racional en la actualidad. Comprendan que hablo de esa expresión férrea y exaltada de nacionalismo, la del megáfono en mano emitiendo sandeces expuestas con orgullo por un insensato.

Es graciosa la idiosincrasia del nacionalista, avispado manipulador que se adapta hábilmente al discurso del interlocutor, siempre atento, como un águila pendiente de posibles presas, devorador de adeptos a los cuales evangeliza en su credo.

Igual que las viejas religiones las actitudes nacionalistas más radicales no admiten concesiones, no tiene cabida la reflexión y menos aún el razonamiento, ya que se basan en dictámenes y justificaciones obsoletas y que en la actualidad caerían en el saco de la ridiculez y el sinsentido, si no fuera por la fidelidad de sus seguidores y la fe de los mismos en sus evangelizadores y las palabras de los mismos.

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