Supongo que esto no supondrá que Federico Jiménez Losantos modere su irreverencia verbal, ni que deje de escupir su diarrea dialéctica a diestro y siniestro, pero está bien que le recuerden que la libertad de expresión no es sinónimo de un pretendido derecho al insulto.
Las expresiones proferidas por Losantos «son tan claramente insultantes o hirientes» que «no existe duda alguna de que pretendían vejar la imagen y dignidad del querellante en forma innecesaria y gratuita y desacreditarle públicamente en su condición de Alcalde de la Villa de Madrid y de miembro del Partido Popular«.
Decir que los muertos y heridos del 11-M le daban igual al alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, le ha costado al locutor de la COPE Federico Jiménez Losantos una condena por injurias graves con publicidad, según la sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid.
Losantos se enfrenta a una multa de 36.000 euros por verter barbaridades a través de las ondas. Yo diría que es poco, ya que el locutor es reincidente. Como bien expone Juan Varela en su blog:
La condena de Jiménez Losantos no es ningún atentado contra la libertad de expresión, como dicen sus agradecidos tertulianos, compañeros de diatribas mañaneras. Esta condena reafirma que la información debe ser veraz y que en la opinión cabe todo menos la injuria y la calumnia. Todo el mundo tiene derecho a la crítica, hasta la más desabrida y desaforada. Pero no hay un derecho para pisotear la vida y el nombre de los demás con acusaciones torticeras y falsas.