Se está gestando un enfrentamiento entre Starbucks y la compañía de comida rápida por antonomasia, McDonald’s, ya que ésta última parece querer aprovechar la disposición de los consumidores a pagar 4 dólares por un café para instalar 14.000 máquinas para hacer café espresso en sus diversos puntos de venta de comida basura. Mientras tanto, Starbucks, cuyas ventas han experimentado un cierto retroceso, se defiende con la estrategia de «si no les puedes vencer, únete a ellos» ofreciendo sándwiches calientes para el desayuno y ventanillas drive-thru en algunos de sus locales.
Este enfrentamiento llama la atención ya que, en principio, cabría esperar que los consumidores en uno y otro establecimiento son dispares, y por tanto el uno sería realmente un competidor para el otro. Prácticamente son apreciados como polos opuestos por muchos. Los Starbucks son concebidos como una especie de sofisticada sala de estar en la que beber un café decente mientras lees el periódico; los McDonald’s por el contrario son vistos como cajas de plástico y vinilo, fluorescentes que alumbran el establecimiento con una luz chirriante y donde las comidas servidas se cuentan por miles de millones. Cabría preguntarse por tanto si realmente estos dos mundos pudieran colisionar. ¿Si McDonald’s creara su propia versión del latte desnatado, atraería a los consumidores de Starbucks?