La ceguera de la soberbia

Cita


Eugene Delacroix - Liberte guidant le peuple

Tu arrogancia es tan necia
como vacía es tu mirada.
Mides en posesiones,
resoplando con desprecio
ante la falta de tenencia.
El desposeído es indigno,
las expresiones de asco
revelan tus sentimientos.
La ceguera de la soberbia
nubla la vista del pudiente,
extasiado en su opulencia
olvida lo más importante,
aquello de lo que carece,
una sonrisa en su rostro
y un amor sin interés.

Imagen | Ralentir travaux

Humo


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Cree el que corre que llegará antes. La arrogancia de la liebre que mira con desprecio a su alrededor. Siente especial desdén por la tortuga. Le encanta hacer alarde de un aparente derroche de dinamismo. Sus armas de seducción: gesto artificial y verborrea barata. Cada nimiedad en su historial se convierte en todo un acontecimiento. Sediento de poder, chupa ansioso los restos de saliva de las comisuras de quienes le rodean. La vida, un photocall. Su única preocupación, el posado perfecto. Humo. Un montón de humo envasado en cristal de Bohemia.

Incapaces de ver más allá de ese cristal de Bohemia, el humo se vende con una facilidad apabullante. Son muchos los encandilados por el frasco. Incapaces de apreciar el contenido, verdadero protagonista, que así queda relegado a mero figurante. Por desgracia el que corre sale con ventaja, se desprestigia la calidad, por fortuna, la superficialidad se paga a largo plazo.

Un consejo de amigo: a los idiotas empeñados en el frasco, cuanto más lejos mejor.

No te pierdas la vida


Mientras tú te deprimes yo me hago más fuerte. Mientras tú ahogas los días en el fondo de un vaso, yo alimento mi mente con conocimiento. No me gusta aniquilar neuronas, prefiero mimarlas para conservarlas. No tartamudeo, hablo con seguridad porque hablo de lo que se y escucho cuando desconozco. Me sobra autoestima, no es arrogancia, es la vida que me ha hecho inmune a la estupidez.

Para mi nada ha sido fácil. La historia me ha obligado a ser un guerrero. Probando aleaciones para construir la armadura perfecta. La empuñadura de mi espada está hecha a medida. Me cansé del abuso, de pelear contra la ineptitud. He experimentado demasiadas veces la violencia del rechazo. El dolor del engaño. He derramado demasiadas lágrimas por repartir altruismo en un mundo plagado de egoístas. Pero de las semillas del dolor han brotado árboles de troncos imponentes y ramas robustas.

He experimentado demasiadas veces la soledad como para temerla. Desde niño lleno libretas con cartas para mi, es una conversación que se sucede durante décadas. Doy cada paso con firmeza, no me achanto. Pero sigo humilde, porque soy consciente de mi desconocimiento.

Me levanto cada día como si fuera el último. No quiero ver que pasan los días sin valorar la unicidad de cada uno. No quiero atenuar el dolor con sustancias para mendigos emocionales. Solo el que aguanta la caída más dolorosa sabe valorar la carcajada más sincera. Todo lo que siento es real, sin intermediación.

Antes sufría cuando descubría que mi amistad no era correspondida de la misma manera. Ahora se que siempre seré el que más sentimiento pone en la vida. Vivimos en un mundo de avaros, por eso tampoco son generosos con los sentimientos. Demasiado cortés para una sociedad que considera obsoleta la cortesía. Pero me niego a dejar de lado los valores que valoro. Puede que sufra más que el que pisa con la arrogancia que otorga el desprecio más absoluto. Nadie dijo que fuera fácil. Pero aún confío en que puedo contagiar a otros. Mientras el mundo siga envuelto en este mantón oscuro yo seguiré rasgando la tela para hacer pequeños agujeros que dejen entrar la luz.

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