La política canaria un nido de ignorantes


A estas alturas supongo que todos se habrán enterado de las lamentables declaraciones de Isaac Valencia, alcalde de La Orotava, que no dudaba en decir una estupidez como la siguiente: «Las costas canarias están a merced de que el moro venga y nos lleve por delante«.

Pero no es el único, está en buena compañía con gente como Manuel Alcaide, Diputado del Común que dice cosas como que: «Habría que devolver a todos los inmigrantes, mayores y menores. Esto es una invasión«. También le acompañan otros como Roger Deign, concejal del PP en el Ayuntamiento de Teguise, que a pesar de haberse retractado opina que: «Los inmigrantes ilegales son unos muertos de hambre que pueden llegar a deambular por las calles portando posibles enfermedades tropicales«. En el Ayuntamiento de Santa Cruz están especialmente sensibilizados con el tema. En un reciente artículo de opinión sobre inmigración de la concejala del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, Angela Mena esta exponía lo siguiente: «Si superamos el límite en el que se perjudica a la población nativa en (…) superpoblación, paro, delincuencia, saturación de servicios y pérdida de identidad, deberíamos plantearnos una reflexión sobre dónde debemos parar la entrada de foráneos«. Ahora ya no parece tan raro que no sepan ni lo que es una ONG en la capital de la isla. El mismo presidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero, mantiene en sus discursos tal y como lo hizo en el reciente Congreso Insular de Coalición Canaria de Tenerife, esa patética idea de paleto ignorante: «El trabajo que se genera en Canarias ha de ser para los canarios«.

Según Vicente Zapata, profesor de la ULL y director académico de Obiten, en las islas no hay una xenofobia generalizada, y estoy de acuerdo con él, evidentemente no se puede hacer extensiva la ignorancia a toda la población, pero desgraciadamente hay un amplio sector que si abraza esta mentalidad de paleto poco instruido.

Incluso ya ha habido algunas acciones que han ido más allá de la cagada oral de estos indigentes intelectuales. Por ejemplo, en marzo de 2006, el Aula de la Naturaleza de Tunte (Gran Canaria) era quemada de manera intencionada cuando iba a convertirse en nuevo hogar para 64 menores inmigrantes. A finales de mayo, vecinos de La Montañeta (Garachico) recibieron con insultos xenófobos y racistas a un grupo de menores alojados en un centro del pueblo de forma extraordinaria. En octubre de ese mismo año, una manifestación de 2.000 personas recorría las calles de Santa Cruz con lemas como «No cabemos más» o «Esto es una invasión«. O la pasada semana, un partido de fútbol de juveniles en La Verdellada degeneró en una pelea con actitudes xenófobas contra varios jugadores subsaharianos.

La delegación del Gobierno central no tiene constancia de la existencia de grupos neonazis en las Islas. Eso sí, las declaraciones directas no son la única forma con la que la clase política alimenta la intolerancia. La manifestación aludida fue organizada por asesores del alcalde de Santa Cruz, Miguel Zerolo, y contó con la presencia de partidos como el CCN (portó un cartel que decía: «¡Ni uno más! Sólo tú puedes pararlo») y el PNC.

Otro ejemplo de complicidad es el silencio o la escasa contundencia con la que se responde a veces a estas valoraciones más o menos xenófobas. Ahí está el mismo caso Valencia. Además de que las condenas desde CC sólo llegaron cuando el escándalo saltó a los medios nacionales, los días posteriores hubo dirigentes que ya no sólo no condenaron la frase del alcalde de La Orotava (el número uno de CC en Tenerife, González Ortiz, dijo: «Más de uno las utiliza»), sino que la secundaron. No es de extrañar que en octubre de 2006, CC y PP rechazaran en el Parlamento la propuesta de un pacto contra la xenofobia y el racismo. Cristina Tavío (PP) descalificó la idea diciendo que era «vender humo de la hoguera del buen rollito del baboso talante».

No es un capricho el que califique a los abanderados de esta ideología como dignatarios de la estupidez más extrema, los expertos me dan la razón, ya que ligan los estigmas del racismo y la xenofobia a la ignorancia, la incultura y la influencia de los discursos político-mediáticos.

A la hora de enfrentarse a este problema no solo se puede apuntar a la clase política, ya que esta situación se da en buena medida también porque parte del electorado es igual de ignorante que los políticos a los que vota, y es así como se conserva esta herrumbre política. Yo creo que en Canarias necesitamos un proceso de culturización, y lo necesitamos con urgencia, porque un votante con conocimientos y capacidad crítica exigirá también un mínimo de coherencia a sus políticos, es por ello que desde las grandes dinastías políticas de Canarias temen la cultura como el hombre temió al fuego, porque saben que si ese día llega, ellos pierden su añorado trono caciquil.

4 comentarios en “La política canaria un nido de ignorantes

  1. Yo le diría a tosdos estos «populistas» y «caciques» que hablan con desprecio del respeto de talante, que revisaran conceptos como (Tolerancia, Estereotipo, Prejuicio, Etnocentrismo, Proyección y Desplazamiento, Discriminción e incluso Racismo) pero claro… si no saben lo que es una ONG no creo que sepan usar ni el Google… «No se abusa de quien se quiere sino de quien se puede» No sirvas a quien ha servido ni mandes a quien ha mandado» .La primera es para llamarles abusadores y la segunda para recordarles que hace cincuenta años eramos unos muertos de hambre que emigrabamos.

  2. En cuanto a la tetralogía de la Xenofobia (Inmigración=Desempleo=Delincuencia=Inseguridad). Se trata de una idea obsoleta que ya no respetan ni los catedráticos mas retrógrados. Esta demostrado que es erroneo y avalado incluso por los estudios de los organismos de estadística de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad.

  3. Es fascinante a nivel socilógico el miedo que nuestra especie siente por lo desconocido (La muerte, Dios, el futuro, los inmigrantes). Eso se cura conociendolos ¡coño! La muerte, Dios y el Futuro… no tengas prisa.

  4. Esta idea de trabajo para los canarios ya fue comentada por este hombre, Paulino Rivero, en aquel debate televisado (TVE-C) previo a las elecciones autonómicas y municipales, en el que se encaraba a J.F. López Aguilar, J.M. Soria e Ignacio González.
    A pesar del acuerdo tácito de no agresión entre Soria y Rivero en aquel debate, para centrar sus ataques en López Aguilar (ulteriormente candidato más votado, mas no presidente del gobierno por pacto PP-CC), sí hubo quien puso algo de cordura sobre esta idea fascista.

    No recuerdo si fue el candidato del PIL o del PSC-PSOE, pero uno de los dos explicó la INCONSTITUCIONALIDAD (¿parece una palabra con suficiente peso o la escribo más grande?) de esta idea. Desde mi ignorancia entendí como muy lógico el razonamiento que sostenía que, legalmente, un canario es aquél que está empadronado en Canarias, paga sus impuestos (de los que sale el presupuesto para pagar los servicios sociales, incluido el sistema INEM) y reside aquí siendo natural de Canarias, Marruecos, Iraq, Argentina, Rumanía, Perú o la Conchinchina. Por lo que lo que Rivero presentaba como PROMESA ELECTORAL era, desde raíz, FALSA! C

    ¿Cómo puedes salir en la televisión y mentir a millón y medio de personas con el semblante impasible? me parece que hay que tener una desfachatez y desvergüenza que nosotros jamás tendremos. Pero lo peor es que a la gente, estas actitudes no les parece reprobable! se ha instalado un aura de comprensión de lo incomprensible alrededor de los políticos bajo la idea de que «total…todos mienten» cuando oyes una mentira. O «qué más da, si todos son iguales…».

    Sin embargo, lo que yo sí poseo es imaginación, y ésta (mi imaginación) voló libremente visualizando mentiras y tretas de corrupción bajo la premisa de «si este señor que estoy viendo en la tele me miente descaradamente en algo tan obvio para mí, ¿en qué piélago de cosas puede estar mintiéndome o estafándome en la medida en que le sea posible, en asuntos que no son tan obvios y detectables para mí?».

    Uno acaba sumándose al tumulto y cerrando los ojos para no ver lo que puede hacerte llorar o, al menos, ruborizar.

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