Pasan los años y parece que no avanzamos. El tiempo vuela pero las mujeres todavía tienen que salir a la calle a reivindicar unos derechos que exigían hace más de 20 años. A mi me parece bastante lamentable que después de 20 años aún estemos en el mismo punto.
La Iglesia católica es tan obtusa en cuanto a comprensión, tan lenta en torno a la toma de decisiones y tan retrógrada en cuanto a sus directrices que da pena que aún existan personas que hagan caso a las normas que esta institución plantea, ya que han quedado obsoletas hace mucho.
Si nos embarcamos en la historia y pensamos un poco en el pasado, tenemos que algunas de las ideas de la religión cristiana tenían incluso su lógica. Los diez mandamientos por ejemplo, más que unos dictámenes religiosos, parecen unas directrices fundamentales que hacen posible la convivencia de un grupo más numeroso. Incluso la cuestión del celibato y el hecho de que el sexo estuviera permitido tan sólo en el seno del matrimonio, tenía su lógica.
Los pueblos nómadas ya practicaban cierto control de la natalidad o al menos un control poblacional ya que si el grupo se hacía demasiado grande, el desplazamiento y la búsqueda de alimento para subsistir se convertían en tareas más complejas y problemáticas. Por esta razón, muchas veces se practicaba el infanticidio, el cual solía consistir en abandonar al recién nacido.
Cuando los nómadas comenzaron a asentarse, dedicarse al cultivo, domesticar animales, ésto les permitía aglomerar grupos más numerosos, además necesitaban la mano de obra para llevar a cabo todas estas tediosas labores. Aún así, y dado que el medio ecológico en el que vivían y vivimos es limitado, seguía siendo necesario un control, era necesario no exceder en número lo que la tierra podía dar, había que mantener un cierto equilibrio, porque de lo contrario las consecuencias, sobre todo en momentos de escasez podían ser terribles. De esta forma la propuesta del celibato hasta el matrimonio era muy útil, porque la edad fértil de las mujeres comienza aproximadamente a los 15 años, si, tal y como era habitual a diferencia de la creencia popular, se casaban aproximadamente a los 25, ya 10 años en los que la mujer se podría haber reproducido en numerosas ocasiones habían pasado, así el período reproductivo va desde los 25 hasta los 49, a ello hay que sumar que a mayor edad menor fertilidad, por lo que las posibilidades de embarazo también se reducen considerablemente.
Aunque esto no significara que no se practicase el sexo fuera del matrimonio y hubiera embarazados previos al matrimonio, sí que era útil y a grandes rasgos cumplía con su función de control demográfico. Entendido esto, y teniendo en cuenta la cantidad de gente que moría por enfermedades, hambrunas, guerras y demás, también sería comprensible que existiese rechazo al control de la natalidad más allá de las normas anteriormente descritas. Por qué razón, porque habiendo ya limitado el período reproductivo de las mujeres, si se limitaba aún más, la reducción drástica de población también podría generar problemas. Aún así, el infanticidio y abortos dignos de un museo del horror eran una realidad.
Estamos así ante un panorama curioso, por un lado el control de la natalidad era habitual, normal y deseable para evitar un mal mayor, pero tampoco era deseable un exceso de éste ya que era imprescindible mantener el equilibrio. Podemos apreciar que lo que promovía la fe cristiana tenía sentido y se adaptaba a las necesidades del momento.
Ahora si avanzamos en el tiempo, tenemos a una institución casposa, que sigue anclada en el pasado, y que se opone al control de la natalidad ya que parece creer que los niveles de mortalidad se han mantenido constantes a lo largo de los siglos, lo que es totalmente erróneo, y el control de la natalidad es fundamental y como podemos ver siempre lo ha sido, no sólo porque las personas tienen el derecho a decidir cuántos y cuándo, si es que desean reproducirse, pero no sólo eso, sino también es importante mantener un control de la natalidad porque nuestro planeta sigue siendo limitado.
En fin que espero que pronto las mujeres no tengan que salir a la calle con reivindicaciones como «Nosotras parimos, nosotras decidimos«, sino que el derecho al aborto sea eso, un derecho, y que puedan hacerlo en cualquier clínica y en unas medidas higiénicas y sanitarias apropiadas para evitar cualquier tipo de percance y peligro para la mujer.
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