Me estoy leyendo «13,99 euros» de Frédéric Beigbeder. La verdad es que por ahora me está gustando bastante porque tiene ese toque ácido y corrosivo que le viene tan bien a una crítica feroz al medio publicitario.
Como se expone en la contraportada del libro, se trata de una «novela cruel, panfleto insolente y alegato contra la minipulación consumista».
De este libro voy a poner a continuación un extracto que me pareció muy bueno:
«Lunes por la mañana, te diriges hacia la Rosse con plomo en las piernas. Reflexionas sobre la despiadada selección del Rey Marketing. Antes existían sesenta variedades de manzana: hoy sólo sobreviven tres (la golden, la verde y la roja). Antes los pollos tardaban tres meses en convertirse en adultos; actualmente, entre el huevo y el pollo que se vende en el hipermercado sólo transcurren 42 días vividos en unas condiciones atroces (25 animales por metro cuadrado, alimentados con antibióticos y ansiolíticos). Hasta la década de los setenta, podían distinguirse diez sabores distintos de camembert normando; hoy quedan, como máximo, tres (por culpa de la normativa sobre la leche «termopasteurizada»). Nada de esto es obra tuya pero ése es el mundo al que perteneces. En una Coca-Cola (10.000 millones de francos de presupuesto en publicidad en 1997) ya no se añade cocaína, pero sí ácido fosfórico y ácido cítrico para producir una ilusión refrescante y crear una dependencia artificial. Las vacas lecheras se alimentan de piensos ensilados que fermentan y les producen cirrosis; también las alimentan con antibióticos que crean unas cepas de bacterias resistentes, que, más tarde, continúan desarrollándose en la carne que se comercializa (por no hablar de las harinas cárnicas que provocan la encefalitis esponjiforme bovina, no vale la pena abundar en este tema, sale en los periódicos). La leche de estas mismas vacas contiene un nivel de dioxinas cada vez más alto, debido a la contaminación de los pastos. Los peces de piscifactoría se alimentan, a su vez, con harinas de pescado (tan nocivas para las especies como las harinas cárnicas para el vacuno) y de antibióticos… En invierno, las fresas transgénicas ya no se congelan gracias a un gen extraído de un pez de los mares fríos. Las manipulaciones genéticas introducen pollo en la patata, escorpión en el algodón, hámster en el tabaco, trabaco en la lechuga, hombre en el tomate.
Paralelamente, cada vez hay más treintañeros víctimas de cáncer de riñón, de útero, de pecho, de ano, de tiroides, de intestinos, de testículos y los médicos ignoran cuáles son sus causas. Incluso los niños se ven afectados: aumenta el número de leucemias, se recrudecen los tumores cerebrales, las epidemias de enfermedades respiratorias crónicas en las grandes ciudades… Según el profesor Luc Montagnier, la aparición del SIDA no se explica únicamente por la transmisión del VIH (que él mismo descubrió), sino también por agentes corresponsables «relacionados con nuestra civilización»: se ha referido a «la contaminación» y a «la alimentación», que debilitarían nuestras defensas inmunológicas. Cada año, la calidad del esperma disminuye; la fertilidad humana está en peligro.
Esta civilización se basa en los falsos deseos que tú diseñas. Está a punto de morir.
En tu trabajo circulan muchas informaciones: así es como accidentalmente te enteras de la existencia de lavadoras irrompibles que ningún fabricante se atreve a poner en el mercado; de que un tipo inventó unas medias que no sufren carreras pero que una importante marca de pantis le compró su patente para destruirla; de que el neumático no pinchable permanece cerrado bajo llave (a costa de miles de accidentes mortales cada año); de que el lobby del petróleo hace todo lo que está en sus manos para retrasar la expansión del automóvil eléctrico (a costa de un aumento de la tasa de monóxido de carbono en la atmósfera que implica el calentamiento del planeta, llamado «efecto invernadero», probablemente responsable de numerosas catástrofes naturales de aquí al año 2050; huracanes, deshielo del casquete polar, elevación del nivel del mar, cánceres de piel, por no hablar de las mareas negras); de que incluso el dentífrico es un producto inútil, ya que toda la higiene dental radica en la acción de cepillárselos, la pasta de dientes sólo sirve para refrescar el aliento; de que los detergentes líquidos son intercambiables y de que, en realidad, es la máquina la que efectúa toda la operación de lavado; de que los discos compactos se rayan tanto como los de vinilo; de que el papel de aluminio está más contaminado que el amianto; d eque la fórmula de las cremas solares no ha variado desde la guerra, pese al recrudecimiento de los melanomas malignos (las cremas solares protegen contra los UVB pero no contra los nocivos UVA); de que las campañas publicitarias de Nestlé para distribuir leche en polvo entre los recién nacidos del Tercer Mundo han supuesto millones de muertos (los padres mezclaron el producto con agua no potable).
El reino de la mercancía implica que esta mercancía se venda: tu trabajo consiste en convencer a los consumidores de que elijan el producto que se gastará más deprisa. Los industriales lo denominan «programar la obsolescencia». Te rogarán que cierres los ojos y que te guardes tus opiniones para ti. Claro es que, al igual que Maurice Papon, siempre podrás defenderte proclamando que no sabías nada, o que no podías actuar de otro modo, o que intentaste frenar el proceso, o que no tenías ninguna obligación de convertirte en un héroe… Pero eso no quita que, ni un solo día, durante diez años, dijiste ni mu. Sin ti, quizás las cosas habrían podido transcurrir de un modo distinto. Sin duda habríamos podido imaginar un mundo sin vallas omnipresentes, pueblos sin letreros Quetodoloafean, esquinas sin fastfoods, y gente por la calle. Gente conversando. No era obligatorio que la vida se organizara así. Tú no buscabas esta infelicidad artificial. Tú no fabricaste todos estos autos inmóviles (25.000 millones de coches sobre la Tierra en 2050). Pero no hiciste nada para redecorar el mundo. Uno de los diez mandamientos de la Biblia dice: «No te harás escultura ni imagen alguna ni de los que hay arriba en los cielos […] no te postrarás ante ellas.» Así pues, estás como todo el mundo, pillado en flagrante delito de pecado mortal. Y el castigo divino ya sabes cuál es: es el Infierno en el que estás viviendo.»
Probablemente esta última referencia bíblica me la habría ahorrado, pero todo lo demás me parece muy bueno, una muy buena crítica al mundo que hemos construido, el mundo de las falsas apariencias, el engaño, la mentira y la vida sobre el escenario en el que nada es lo que parece, nada es real.