Hace ya unos meses se puso en contacto conmigo una persona de la famosa editorial alemana Ernst Klett Verlag GmbH. La verdad es que me sorprendió, pero me sorprendió aún más la razón por la que me enviaba un email. La cuestión era que había visto una viñeta, que yo había ideado como fondo de pantalla, que le pareció interesante para ser incluida en el cuarto tomo de un libro para la enseñanza del castellano, dirigido a alumnos de unos catorce años que están en su cuarto año de español. Realmente me sentí alagado.
Me sentí alagado evidentemente porque quisieran incluir una imagen hecha por mi en un libro de texto y que me pagaran por ello, pero no solamente. Más allá de esa alegría momentánea, hay un trasfondo de mayor relevancia, y es que todos esos niños que van a estudiar con ese libro, estudiarán con un libro que les anima a no ser racistas. No solo aprenderán otro idioma, sino que mientras lo hacen les animarán a pensar sobre algo, desgraciadamente, tan actual como es el racismo. Actual porque sigue existiendo y está presente en nuestras sociedades, pero tan viejo como los primeros acercamientos entre personas de diferentes zonas geográficas y de aspecto dispar.
Así que yo creo que pasado la ilusión del momento, con lo que me quedo, lo que realmente me alegra y por lo que me siento alagado y orgulloso, es porque he aportado un pequeño grano de arena a que quizá la gente en el futuro piense antes de poner en su boca un discurso racista, xenófobo o incluso llevar a cabo actos vejatorios o violentos en contra de personas de un origen diferente al de ellos. Está claro que una viñeta no va a cambiar el mundo, y tampoco es que haya hecho nada especial, ni una gran cosa, pero si que es un pequeño detalle, y muchos pequeños detalles también pueden llegar a tener fuerza.