El ya famoso y polémico Proceso de Bolonia está generando muchas disputas, enfrentamientos y rechazos desde diversos sectores. Para empezar, y a modo de resumen de algunas de las consecuencias que traerá consigo, tenemos las siguientes trece razones por las que oponerse al mismo, que han planteado en otro blog y que en algún punto he matizado basándome en la información hallada en la Wikipedia acerca del Proceso de Bolonia:
- Porque el precio de los posgrados asciende a un precio cercano a los 3000 euros.
- Porque se plantea su financiación por medio de préstamos bancarios y no de becas.
- Porque será obligatorio cursar posgrados para ejercer determinadas profesiones (abogacía, medicina, ingenierías, etc.).
- Porque el crédito ECTS prevé una semana de entre 25 y 30 horas para el estudiante, imposibilitando trabajar a la vez que estudias para pagarte la carrera.
- Porque desaparecerán 67 carreras, la mayoría de la rama de Humanidades.
- Porque se establece la obligatoriedad de prácticas no remuneradas (y pagadas a precio de crédito) en puestos poco cualificados de empresas privadas.
- Porque los estudios de grado ofrecen una formación muy básica, poco cualificada y que desemboca en un puesto precario de empleo (se supone que comprimen lo que antes se daba en cinco años en tres más uno de prácticas).
- Porque el dinero del Programa Sócrates, que debería ser para becas Erasmus se está dedicando al proyecto Tunning de habilitación europea del profesorado.
- Porque, pese a hablarse de un sistema universitario único europeo, es cada estado el que decide las carreras que existen y los catálogos son, obviamente, distintos.
- Porque las empresas privadas crean posgrados propios (e incluso cátedras) de rango oficial en los que deciden el contenido de la docencia y se apropian de la investigación.
- Porque el sector privado define el conjunto de las actividades económicas de la universidad, mediante el Plan Anual de Actuaciones que aprueba el Consejo Social de cada Centro (compuesto por miembros del sector privado), con la obligación de buscar financiación privada para los centros universitarios.
- Porque se pasa de aspirar a la transmisión de los conocimientos (un fin en sí mismo) al objetivo de trasladar pericias y habilidades.
- Porque la sociedad necesita una universidad pública a la que pueda acceder todo el mundo independientemente de su estatus económico, puesta al servicio de la sociedad y no del mercado, que forme ciudadanos y que funcione de forma democrática y transparente.
Hasta hace unas semanas, conocía algunos de los detalles que se pretende con el Proceso de Bolonia, pero desconocía otros muchos. Las manifestaciones recientes, me han llevado a interesarme más por el tema, ya que actualmente ya no lo vivo tan de cerca por haber finalizado mis estudios. Ciertamente considero que este proceso es perjudicial, ahora que conozco un poco más sus premisas. Quisiera, sin embargo, compartir algunas de las reflexiones que me ha suscitado este tema.
Mi reflexión se centra principalmente en el Proceso de Bolonia dentro del marco de nuestro sistema económico, dentro del ámbito educacional y en comparación con la situación actual de la educación superior.
La comparación con la situación actual de la educación superior viene, a hacer referencia, a uno de los trece puntos señalados más arriba, en concreto el último, el número trece. Me centro en este punto ya que, aunque es cierto que el acceso a la universidad, con el Proceso de Bolonia, queda aún más vetado a los grupos más desfavorecidos, ya actualmente también lo está. La universidad pública, a pesar de ser pública y de la existencia de becas, no está al alcance de todos. Y su funcionamiento tampoco es todo lo democrático y transparente que debería ser. Creo que este punto, más que una referencia a la situación actual, es una referencia a la situación ideal de lo que debiera ser la universidad, pero que posiblemente nunca a llegado a ser del todo.
Analicemos un momento la historia de la educación y el acceso al conocimiento. Si echamos la mirada al pasado y observamos su evolución, el conocimiento y la educación, casi siempre han estado vinculados al poder. Parece evidente que el que sabe, el que conoce, posee cierto poder frente al que no sabe y desconoce. Desde esta dialéctica tan básica, deriva la constante lucha por el monopolio y el dominio del conocimiento. El que tiene el conocimiento, no sólo tiene poder, sino que generalmente también puede decidir sobre el mismo. Esto significa que puede decidir si compartir sus conocimientos, con quién compartirlos y hasta qué punto compartirlos.
Conscientes del poder que proporciona el conocer, también podemos advertir fácilmente que dicho poder necesita de un conocedor y de al menos otra persona desconocedora con la que interactuar. Si la persona que posee la información la comparte con su interlocutor, se igualan y el primero pierde su poder. Teniendo en cuenta esta lógica, no es difícil entender por qué la Iglesia en su momento, el Gobierno, empresas y todo tipo de organismos procuren el monopolio del conocimiento y conservar éste como suyo. Ejercer poder sobre quien posee el mismo conocimiento es mucho más complicado. De ahí que tantas veces se quiera limitar el acceso a éste, para no perder el poder y para manejar a la masa desconocedora al antojo de la élite conocedora.
Con el conocimiento y el dominio de la materia llega la capacidad crítica, y ésta no suele agradar al poder. Tanto en el capitalismo como en los sistemas que se han hecho llamar comunistas sin serlo, bajo mi punto de vista, se ha podido observar la misma dinámica. El crítico, el que cuestiona el orden establecido es reprimido. Se espera del ciudadano que su comportamiento sea modélico, y la definición de modélico pasa por no cuestionar las ordenanzas y no salirse de la norma.
Seamos conscientes por tanto que el acceso masivo a la educación superior no interesa a las élites y a los núcleos de poder establecidos. En dichos círculos no se desea debatir entre iguales, se procura dominar a una masa aborregada, lo que permite mantener con cierta facilidad un sistema que muchas veces perjudica a los mismos que lo mantienen y nutren, los seres humanos.
Pensemos por un momento en la situación actual de la educación superior. En el presente hay muchas personas de clase media, incluso algunos de clases más bajas, que acceden a la universidad y la abandonan con un título que no sólo les reporta una dosis de conocimiento, sino que además les sirve, en principio, para acceder a esferas superiores. Desde el punto de vista que hemos comentado antes, no interesa que tanta gente acceda a la universidad. Y ahí entra en juego el Proceso de Bolonia.
Hace algunos años, superar octavo de EGB ya suponía tener algo, cuando esto comenzaba a ser algo habitual, se subía el listón, entonces había que superar COU para alcanzar el mínimo, cuando la gente que lograba esta meta aumentaba, también aumentaban las expectativas, así llegamos a la universidad. Ahora como bajo el punto de vista del poder, demasiadas personas acceden a la universidad, se hace lo que se ha hecho siempre, devaluar. Se devalúa la universidad y se divide en dos. Lo que es ahora la educación universitaria, se devalúa y pasa a llamarse grado, seguirá accediendo mucha gente, pero su valor será prácticamente nulo. Y aquí aparece el nuevo peldaño, el Posgrado, éste será el que reporte prestigio y el acceso al mismo queda restringido a quienes tengan el suficiente poder adquisitivo para pagarlo. De un golpe, el poder se libra de un montón de «intrusos».
Teniendo esto en cuenta, prácticamente podemos obviar todo el resto de cuestiones que vienen asociadas a la puesta en marcha del Proceso de Bolonia, porque son meros pilares que sostienen el techo que acabamos de describir. De lo que se trata es de reducir el número de personas con posibilidades de acceder a los círculos superiores.
Por esto, en cierta manera, y aunque esté bien manifestar el rechazo al Proceso de Bolonia, este no es otra cosa que un proceso más, una modificación más de la educación, de las muchas que ha habido y que seguirán implementándose, ya que el problema no es realmente este proceso en concreto, sino todo el sistema en el que nos encontramos, que mientras siga siendo el mismo y funcionando igual seguirá aplicando las mismas medidas para mantener la jerarquía.
Si a la realidad del capitalismo le sumamos las opiniones de determinadas personas vinculadas a la educación, que sustentan precisamente esta concepción mercantilista y nefasta para el desarrollo social y humano, no es de extrañar que cada día nos veamos más forzados a habar menos de educación y más de un sucedáneo de la misma. La educación se convierte para muchos en un dibujo hecho con acuarela muy aguada, que pronto, dejará incluso de verse, y una vez más será visible para aquellos que la puedan pagar a golpe de talonario. Como ejemplo tres respuesta extraídas de una entrevista al ex rector de la Universidad Politécnica de Valencia (la negrita es mía):
P.— ¿La cartera de Empresa, Universidad y Ciencia debe entenderse como una declaración de intenciones?
R.— Es una anticipación inteligente, visionaria y valiente de nuestro presidente, Francisco Camps, de algo que no es habitual hoy y que será lógico en un futuro próximo: gestionar ingredientes como la formación y la generación de riqueza y conocimiento. Ya no se entiende la empresa sin la formación como motor, ni la ciencia sin la empresa como posibilidad para desarrollarse. La propia Universidad necesita darle sentido a lo que hace en clave social.
P.— Todavía hay muchos que tiemblan cuando se habla de simbiosis entre la Universidad pública y la Empresa privada.
R.— Sí, esos recelos existen en los dos sentidos aunque, afortunadamente, cada vez son más los que apuestan por esa relación Universidad-sociedad. Otra cosa es cómo se puede materializar, y yo estoy convencido de que sólo existe una forma posible: el transcompromiso.
P.— ¿En qué consiste?
R.— En que la Universidad, la Empresa y la Ciencia sean un solo elemento, cada uno de ellos impregnado de la filosofía del resto y más allá de una buena relación de vecindad. Un ejemplo de esto sería la formación a la carta que nosotros perseguimos: que un bufete de abogados pueda reclamar a una universidad licenciados con 50 horas en Derecho Comunitario, formados por un prestigioso jurista…
Yo considero que esto es una aberración. Desde que la empresa, con sus intereses privados se mete en la universidad y en la ciencia, vamos por la camino. Es cierto que este camino ya está iniciado y las vías ya se han colocado, incluso ya hay trenes circulando por ellas, pero dado que la tendencia es la intensificación de estas líneas, el resultado lo auguro como terrible.
Bajo mi punto de vista, y partiendo de un ideal, el conocimiento debería ser un bien público, disponible para todos. Partiendo de esta base, el interés privado de la empresa, claramente desentona en esta sintonía. Evidentemente una empresa puede usar un conocimiento público para desarrollar su negocio, pero si, como ocurre en muchas ocasiones, invierte en investigación científica y los resultados de ésta son guardados bajo llave, hacemos flaco favor al interés general.
Ya para terminar diré que un modelo en el que para adquirir una educación superior tengas que endeudarte, para que nada más terminar de estudiar, ya te veas convertido en un esclavo de un banco, no me parece una buena idea para nosotros los ciudadanos, pero evidentemente los bancos deben estar encantados. El capitalismo es así, el ciudadano sufre, obrando milagros para llegar a final de mes, mientras unos pocos se enriquecen hasta límites inimaginables para las personas de a pie.
A cerca de la clase de gente con la que convivimos en este planeta… Hay gente que dice que la verdadera prueba de que existe vida inteligente en el universo es que no han dado señales de vida. Yo tampoco querría trato con esta clase de salvajes que somos.
Aparte de eso, no se hasta que punto todo esto se inmiscuye en la libertad de cátedra también. No me imagino a Carlos Castilla educando bajo la batuta de Cajacanallas, o a Magdaleno diseñando el plan de estudios con el concejal de coalición que corresponda y un grupo de mercaderes ansiosos por tener en nómina a aquellos que se supone nos educan, incluyendo en el programa la asignatura de «socilogía de nacionalismo» «sociologia de mercado» o alguna otra aberración maestra.
Leí alguna vez en la revista malpensante de Colombia sobre la maldemocratización de la educación, es un tema que sale un poco de contexto y que apunto como extra porque estoy totalmente de acuerdo a lo expuesto en el post.
La maldemocratización se debe a un proceso de selección que se lleva en algunas universidades públicas de Colombia, donde se escoge democráticamente a los rectores, jefes y directores. Se les escoge casi que por voto popular.
¿y que tiene de malo eso, si la democracia es supuestamente la panacea de la civilización?
Sencillamente que cualquier mediocre para conseguir apoyo puede hacer populismo, promesas, mostrar resultados o simplemente vaga controversia. Y la educación no puede permitirse eso. Quienes dirigen ésto deben ser personas con méritos reales, académicos, conocimiento respetable y preferiblemente reconocido.
El proceso de selección de quienes dirigen nuestra educación debería ser quirúrgico, minucioso y exclusivo para los más éticos expositores del conocimiento.
La cosa no es fácil, quizá utópica, porque se encuentra con múltiples trabas ya que quien tenga más títulos tampoco sería implícitamente la persona ideal. Un ejemplo. Nuestro novel de literatura Gabriel Garcia Marquez según las actuales leyes de méritos de nuestro país no podría ejercer la docencia universitaria por no tener un título de postgrado.
Votemos!! contra bolonia!!!
http://nobolonia.com/