Últimamente está resurgiendo con cierta fuerza, en un sector limitado, un afán independentista, promovido en gran medida por el periódico El Día, su director y Cubillo y su propuesta de Constitución Canaria. Quienes conocen el blog saben que soy un opositor del nacionalismo y por lo tanto también de los independentismos que beben de sus aguas.
Me pareció interesante un artículo de opinión publicado en el Diario de Avisos el domingo pasado por Juan Hernández Bravo de Laguna. He de añadir que este señor fue profesor mio y creo que ni a mi ni a nadie caía demasiado bien. Eso no quita que pueda escribir artículos interesantes. También decir que el que reproduzca aquí su reflexión no significa que esté totalmente de acuerdo con todo lo que expone. Simplemente me parece un artículo interesante y que cuya lectura considero apropiada, dados los recientes acontecimientos y las exposiciones de diversos personajes de las islas.
Licencia para matar por Juan Hernández Bravo de Laguna
La celebración del Día de Canarias puede ser una buena ocasión para reflexionar una vez más sobre nuestro presente y nuestro probable futuro, al margen de los fastos y celebraciones de cartón piedra propiciados por el Gobierno autonómico y demás instituciones. En particular, se impone plantear -y plantearse- la ofensiva soberanista (independentista) que se ha desatado en Tenerife -que no en toda Canarias- en diversos frentes, desde el periodístico hasta el de un sector de ATI; sector que en el Ayuntamiento de Santa Cruz se ha permitido cuestionar la Constitución, desconociendo que sus miembros están en la corporación y pueden ejercer y ocupar sus cargos gracias a la Ley Fundamental y en virtud de sus preceptos.
El fantasma del nacionalismo independentista e insolidario recorre Europa. Y por lo que se ve ha llegado a Tenerife. Se trata de un nacionalismo que esgrime los mitos políticos de la nación y de la independencia nacional, mitos que pertenecen al acervo cultural del romanticismo político decimonónico; confunden la nación política con la nación cultural; suponen que es posible una determinación ovjetiva de las naciones y dan por supuesto que un Estado puede ser realmente independiente en lo político y en lo económico. Rechazar la Constitución de entrada y a manera de cuestión previa, o utilizarla como un instrumento de usar y tirar después de conseguidos los fines que se pretenden, implica negar cualquier norma básica de organización social y política y situarse en el reino de la arbitrariedad y de la sinrazón. Y en eso está un sector de ATI en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife y otros escenarios.
Hay que afirmar con toda rotundidad que no es cierto que Canarias sea una colonia y que no existe ningún parámetro objetivo que fundamente esa tesis. Hay que afirmar con toda rotundidad que los análisis de la realidad canaria en términos de descolonización son una enorme mentira además de una solemne estupidez. Y hay que afirmar con toda rotundidad que decir que una eventual independencia de Canarias nos convertiría en una república bananera -nunca mejor dicho- en manos de la corrupción, la rapiña y la demagogia del populismo sería decir poco. Pero, incluso aunque aceptáramos hipotéticamente semejante afirmación para iniciar el debate, tendríamos que añadir a continuación que la independencia política de las antiguas colonias no ha producido ningún régimen democrático homologable -con la discutible excepción formal de la Unión India y algún otro Estado-, sino que el colonialismo occidental, en la mayoría de las ocasiones, ha sido sustituido por dictaduras terribles e insoportables regímenes autocráticos que oprimen a sus poblaciones.
Esa es la razón de que algunos territorios de ultramar hayan preferido, con muy buen criterio y un encomiable sentido de la realidad, seguir unidos a sus antiguas metrópolis en condiciones de igualdad. Así lo comprendieron a tiempo los habitantes de los territorios franceses de Guadalupe, Guayana, Martinica y Reunión, que hoy se benefician nada menos que de la condición de Regiones Ultraperiféricas europeas junto a Canarias. Y en la Polinesia francesa disfrutan de unos niveles económicos y de calidad de vida similares a los del resto de Francia. El caso francés es paradigmático, pero no es el único.
Por no hablar de Hispanoamérica desde su separación de España o del error histórico del Polisario en el Sáhara, ¿qué le ha ocurrido a las antiguas provincias españolas de Guinea Ecuatorial? Igual que ha sucedido con las independencias de la mayoría de los antiguos territorios europeos, contemplada con perspectiva histórica la independencia de ese territorio se nos revela como un trágico disparate y un error monstruoso. Unidos a España, dentro de la Unión Europea, los ecuatoguineanos disfrutarían de un amplísimo autogobierno, de un nivel económico y de bienestar equiparable al nuestro, y de un sistema democrático de derechos y libertades sin parangón en el Tercer mundo. Por el contrario, la libertad que les prometía la independencia sólo ha significado para ellos una miseria y una opresión inauditas.
El caso de Guinea Ecuatorial, como docenas de casos similares, nos ilustra sobre la dramática falacia, sobre el fraude histórico y el engaño colectivo que significó la denominada descolonización. Desde los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, Estados Unidos y la entonces Unión Soviética, después de favorecer y apoyar política y financieramente a los llamados movimientos de liberación, obligaron a las potencias europeas a conceder la independencia política a la mayor parte de sus colonias y territorios. Se aseguraron así nuevos mercados y espacios estratégicos y militares de influencia. Sin embargo, y con poquísimas excepciones, las poblaciones de esos nuevos Estados pasaron del dominio colonial a ser bárbaramente sometidas por la corrupción y el pillaje de sangrientas dictaduras autóctonas; a sufrir absurdas guerras civiles e internacionales provocadas artificialmente ; e, incluso, en algunos casos, a ser objetos indefensos de procesos de exterminio genocida a manos de otras etnias o tribus.
La ferocidad y la corrupción indígenas superan a las de los colonialistas europeos; el colonialismo de las antiguas colonias es infinitamente más temible que el de las potencias europeas, como lo atestiguan, entre otros muchos, los casos de Indonesia con Timor Oriental, de Sudán con sus provincias sureñas y Darfur o de Marruecos con el Sáhara. Y de todos los afanes y las ilusiones descolonizadoras únicamente ha quedado un enorme y trágico fracaso.
En otras palabras, mientras los medios de comunicación nos muestran periódicamente las imágenes más hirientes e impactantes del subdesarrollo de las antiguas colonias; mientras los Gobiernos y las organizaciones no gubernamentales se apresuran a pedir nuestra ayuda y a enviarla junto con docenas de voluntarios y cooperantes; mientras los occidentales sentimos un vago -aunque muy firme- sentimiento de culpa, la corrupta clase dirigente y los gobernantes de esos países, abandonando al pueblo a su suerte, practican el robo, la corrupción y las extorsiones a gran escala, venden la ayuda que reciben y se gastan cada día en guerras y gastos militares bastante más de lo que ese mismo día reciben en concepto de ayuda. Y así afirman su dominación, aumentan la cuantía ingente de su patrimonio, financian su altísimo nivel de vida y sostienen sus escandalosos gastos suntuarios.
Una vez fuera de la Unión Europea, ¿nuestros nuevos amigos africanos suplirían las innumerables subvencione sde fondos europeos que recibimos? ¿Y las inversiones del Estado? ¿Tendría Fiscalía Anticorrupción la Canarias independiente? La independencia sería una vulgar licencia para matar en las 7 islas -sin ceros en la izquierda- nuestra democracia y nuestro proyecto político común y solidario, que tanto nos ha costado construir. Una vulgar licencia para acabar con nuestro futuro de prosperidad. Y una vulgar licencia para seguir conjugando algún otro verbo de la primera conjugación.
me va a joder mucho reconocerlo, pero por una vez estoy bastante de acuerdo con esta clase de planteamientos de los demócratas liberales. Si esto fuera algo que remotamente se pudiera tomar en serio, por suerte no lo es, nos veo emigrando a Europa en patera a todos los canarios no nacionalistas.