Este título da nombre a un artículo interesante que hace referencia a dos publicaciones recientes, la de Matthew Alper, «Dios está en el cerebro» y la de Richard Dawkins, «El espejismo de Dios«. Personalmente estoy de acuerdo tanto en la afirmación del título como en la de Richard Dawkins cuando expone que la religión es un producto evolutivo, un mecanismo que favoreció la supervivencia en alguna etapa de la humanidad.
Siempre he pensado que la religión fue algo incluso positivo durante largos períodos históricos, porque establecía unas normas básicas para regular la convivencia. Fue, por decirlo de alguna forma, el principio de la política. De hecho, en sus comienzos cuando el ámbito político se gestaba y la organización de las sociedades se hacía más compleja, la política estaba estrechamente ligada a la religión, en los libros de historia está la evidencia. Es bastante moderna la separación de estos dos aspectos de la vida social. Me atrevería a decir que la religión es la madre de la política, y llegado el momento de su madurez la hija se ha independizado y se ha ido de casa. Esto nos sirve para llegar a dos conclusiones: por un lado, que la separación de la política y de la religión, es una evidencia de que la primera ha alcanzado la madurez y es suficientemente fuerte para no necesitar del apoyo de la segunda; y por otro lado, que la evolución en esta dirección es lógica y coherente.
La alusión a seres superiores ofrecía respuestas a fenómenos para los que no se conocía una explicación lógica aparente, y sigue siendo así en la actualidad. Pero las alusiones a los dioses también son y eran muy eficientes porque las personas temen a una fuerza que no pueden controlar, cuyo poder estiman infinito, por tanto establecer reglas y ponerlas en boca de seres supremos, hace que el cumplimiento de éstas por parte de la sociedad sea más probable, ya que el temor al castigo es máximo. Poco a poco, se fue desplazando la exigencia de obediencia a determinadas reglas establecidas por los propios dioses, a seres humanos. La forma fue dilucidar el vínculo entre reyes y gobernantes con los dioses, así el rey lo era por la gracia de los dioses. Esta es la muestra clara de la evolución.
Considero que no es difícil darse cuenta de esta transición y traspaso de poderes. Para controlar la convivencia y la vida en sociedad era preciso establecer normas de conducta, reglamentaciones, pero más importante aún era que las personas las respetasen y las cumpliesen, y para que el autor de las reglas contara con la autoridad y ésta fuera respetada por el grueso de la sociedad, se necesitaba algún mecanismo. El mecanismo fue la alusión a seres superiores, y progresivamente se fue pasando de ésta a reconocer el poder en figuras humanas, de carne y hueso. Se pasó de justificar el poder de los reyes por la gracia divina, a que los políticos puedan hacerlo por lograr una mayoría de votos.
Considero por tanto que no debemos olvidar que la religión cumplió con su función y que tuvo su razón de ser en un pasado, pero en la actualidad, podemos prescindir de ella porque tenemos todos los elementos que regulan la vida en sociedad. No precisamos la alusión a dioses para que las personas cumplan las normas establecidas.
El otro discurso viene en alusión al título de este post como del artículo que enlazo al principio. Aparte de que ha servido, como he mencionado anteriormente, para esclarecer fenómenos para los que aún no se tenía otra explicación, la religión también es un remedio para el miedo más antiguo del hombre, la muerte. A lo largo de mi, aún no demasiada larga vida, he conocido bastantes casos de personas ateas, que al alcanzar una edad determinada, cuando estiman la muerte como más próxima y cercana, terminan creyendo en seres supremos, en vidas tras la muerte, en reencarnaciones o cualquier otro tipo de creencias que mitiguen la ansiedad que les produce la certeza, más o menos próxima, de la muerte.
En el caso anterior de la cuestión política, creo que podría ser más fácil, aludiendo a la coherencia, desprenderse de la religión, de hecho, poco a poco se está logrando en muchos países. Sobre todo porque la religión que en comienzo fue un elemento útil, ahora se ha convertido en un lastre, más que una ayuda, para la sociedad. Pero en el caso de la creencia para sobrellevar el temor a la muerte, deshacerse de la religión puede ser mucho más difícil. El miedo del hombre a la muerte puede llegar a ser tan desgarrador que la fuerza con la que se aferra a las ideas religiosas puede ser descomunal. Creo que es en este punto en el que la racionalidad se encuentra con más problemas. Las personas más poseídas por ese miedo a la muerte y que con mayor fuerza se aferran a la religión, dado que éstas no sólo hacen referencia a la vida tras la muerte sino que siguen pretendiendo abarcar más ámbitos de la vida social, hacen que la separación de estos dos aspectos no sea lo sencillo que podría ser. Podríamos decir que el miedo a la muerte es el padre sobreprotector de la hija, que no quiere que «la niña» se independice y se vaya de casa.
En resumen, creo que la pérdida de poder de la religión es una evidencia y un proceso de nuestra evolución lógico ya que es un residuo histórico, pero que aún aglomera un número considerable de fieles y seguidores debido principalmente a dos factores: el desconocimiento y el miedo a la muerte.
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Richard Dawkins dice que Dios es un espejismo pero cuando le preguntan: de donde viene todo lo que existe si no es de Dios, el responde que los EXTRATERRESTRES implanteron la vida en la tierra.
Y bue… así funciona el ateismo.