Parece que el terrorismo no molesta realmente a los políticos norteamericanos, y la guerra contra el terrorismo por tanto es otra farsa más. Tan sólo manifiestan su interés cuando este tema sirve como pretexto para llevar a cabo todo tipo de acciones, cuya razón real es bien distinta. Un ejemplo de que el terrorismo en principio le da igual a los políticos de EEUU, incluso parece que lo ven con buenos ojos es el siguiente:
Hace veintidós años, un grupo de agentes del gobierno francés hizo volar un barco conocido como Rainbow Warrior frente a la costa de Nueva Zelanda. A bordo había activistas del grupo Greenpeace que protestaban contra las pruebas nucleares francesas en el Pacífico. Un miembro de Greenpeace, Fernando Pereira, murió en la explosión. Trece agentes franceses fueron identificados como participantes directos en el atentado, pero sólo dos fueron condenados. Ahora se ha revelado que el comandante de la unidad vive libre en McLean, Virginia, USA. Su nombre es Louis-Pierre Dillais. Es presidente del fabricante de armas FNH USA – una compañía con contratos con el Departamento de Seguridad Interior, el Servicio Secreto y el Departamento de Defensa de USA.
Es lamentable. Y no es el único terrorista que vive de lujo en los Estados Unidos, ya hablaba hace unos días de Posada Carriles, cuyo caso es más de lo mismo.
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