A George W. Bush, a pesar de considerarse, prácticamente, a sí mismo representante de Dios en la tierra, no lo quieren en los sitios sagrados, porque ahí le conciben más bien como todo lo opuesto, como representante del mal, del Diablo mismo. Me hace mucha gracia ver el repudio que ha causado su visita a los vecinos sudamericanos, quienes protestaron y se manifestaron en contra de la presencia del presidente norteamericano.
George W. Bush visitó en Guatemala las ruinas de Iximché y los sacerdotes mayas no esperaron 24 horas para efectuar una ceremonia de purificación, al considerar que ese sagrado sitio fue contaminado.
Pareciera que esos dignatarios religiosos estuvieran pensando lo mismo que el presidente venezolano Hugo Chávez cuando exclamó en el podio de las Naciones Unidas: «Huele a azufre, aquí estuvo el diablo.»
Y lo más gracioso de todo, y como bien se dice en el artículo al que enlazo, si el propósito de Bush era el de contrarrestar la creciente influencia del presidente Hugo Chávez y de su propuesta integracionista, el resultado acabó siendo peor que si se hubiera queda en su salón oval de la Casa Blanca, porque mientras a Chávez lo acogían con alegría y simpatía, el señorito de Washington no escapó a la indignación popular.
Me encanta cuando el pueblo se revela contra el tirano, y por eso me encanta cuando le dan leña al mono, perdón a Bush (que viene siendo lo mismo).
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