En Tenerife vivimos tiempos de atropello democrático desde hace mucho tiempo, al igual que en el resto de las Islas Canarias. La élite política, que a su vez, en muchos casos al menos, suele ser élite empresarial y por tanto económica, mueve las fichas a su antojo, aprovechando la situación de poder para su propio provecho y el de sus allegados.
Muchas veces la gente considera Canarias como parte de África y lo hace con tono despectivo (quisiera apuntar aquí que esa gente es bajo mi punto de vista ignorante y además estúpida, porque en el caso de que Canarias perteneciese al continente africano no tendría nada de malo. Ser europeo no es mejor que ser africano, y el que se crea superior a alguien por haber nacido en un lugar, algo que él no ha podido elegir en ningún momento, para mi es un desgraciado etnocentrista y que sufre de diarrea cerebral, pero bueno ese no es el tema ahora). Yo tan sólo diré que en cierta medida si es posible que haya un parecido entre algunos países africanos y las islas. Ese parecido bajo mi punto de vista es que en las dos ubicaciones, la clase dirigente, se ha pasado siglos explotando a la población, pisándola, subyugándola, y atentando en muchas ocasiones contra su propia gente y su propio hábitat.
Los políticos canarios y la clase dirigente de las islas, no duda en aludir a su gran sentimiento por «su gente» y «su tierra«, lo mismo que hacen y hacían muchos políticos africanos como Idi Amin. Pero al igual que en este genocida ugandés, la realidad es bien distinta, la realidad es que ese supuesto interés se desvanece con el viento como lo suelen hacer las palabras vacías dirigidas específicamente a engañar a una población considerada por estos sujetos arrogantes como pueblerinos ignorantes carentes de conocimiento suficiente para saber que es lo que quieren realmente.
En Canarias hay muchos ejemplos de este atropello, de este atentado contra el deseo real de la población. El puerto de Granadilla es quizá el ejemplo más claro y evidente de los últimos años. Quedando demostrado además, que por más que la gente se mueva y exprese su más sincero rechazo, los políticos y empresarios de las islas siguen tercos como una mula al mando de una apisonadora pasando por encima de los intereses de la población en el intento de alcanzar los suyos propios.
Así es que el martes de esta semana el Consejo de Administración de la Autoridad Portuaria de Santa Cruz de Tenerife decidió adjudicar las obras de abrigo del puerto de Granadilla, en Tenerife, a la Unión Temporal de Empresas (UTE) compuesta por FCC Construcciones, S.A., SATO y Promotora Punta Larga, S.A. por un presupuesto de 114.582.734,45 euros y un plazo de ejecución de 37 meses.
La Asamblea por Tenerife considera que la adjudicación aprobada por el Consejo de Administración de la Autoridad Portuaria, también con los votos favorables de los representantes socialistas, de las primeras obras para construir el Puerto Industrial de Granadilla «es una burla a la democracia y a la Justicia, y demuestra que muchos políticos en Canarias siguen instalados en la impunidad total«. Y es totalmente cierta su afirmación, pero desgraciadamente, y bajo mi punto de vista, el que dicha asamblea reclame la suspensión de cualquier obra que se pretenda iniciar en el Puerto de Granadilla, no va a evitar que el mismo se construya, porque hay demasiados intereses metidos en dicho proyecto que no es más que parte de un plan de construcción de infraestructura que servirá para que muchos sujetos de estas islas, y de otros lugares se embolsen inmensas cantidades de dinero que salen de los bolsillos de todos los canarios, y de los que no somos canarios pero vivimos aquí.
De todas formas, el Puerto de Grandilla no es la única evidencia de que los que vivimos aquí seguimos importando tan sólo a la hora de convencernos de hacer una cruz aquí o allá en las elecciones, de resto, se nos niega cualquier tipo de participación, se nos ignora, se nos atropella, y nuestros derechos quedan reducidos a una mera formalidad que puede ser sepultada bajo la poderosa espada del poder.
Aún así, y aunque el que lea todo este post, quizá un poco extenso, crea que doy una visión muy pesimista, y quizá en cierta medida tengan razón, sigo pensando que a pesar de que luchemos contra un gigante, y de que sea muy difícil vencer, no debemos dejar de quejarnos, de luchar, de poner el grito en el cielo, porque sigo creyendo que hay un resquicio para la esperanza, una pequeña grieta a través de la que se puede ver la luz.
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